VI

¡Oh, qué idus! La fiebre tira de mí y me zamarrea como el celidonio que en marzo doblega los árboles. Antonio Musa me administra bebidas amargas que no me traen ningún alivio. La vida es un tormento. Me he sorprendido en diálogo con aquellos que me precedieron en el camino a la muerte, como si yo hubiera muerto ya. Esto me proporciona un gran alivio, pero tan pronto la razón me devuelve a la realidad me aterra la idea de morir. La vida es terrible, la muerte un alivio. Vivir significa adivinar, morir es la certeza. La vista se me va al oeste. El sol se hunde en el espejo infinito. Avanza el crepúsculo, la noche. Me estremezco. Mi espejo. ¡Oh, no, no!

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