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– ¿Y bien? -preguntó Gallo.

– Nadie contesta -dijo Lapidus mientras colgaba el auricular-. No me sorprende, Oliver es demasiado inteligente para responder a la llamada. -Volviéndose hacia la carta fotocopiada que Gallo dejó sobre su escritorio, Lapidus bajó la vista y la leyó superficialmente-. ¿De modo que es así como lo hicieron? -preguntó-. ¿Una carta falsa firmada por Duckworth?

– Según los técnicos, es el último documento que Oliver tecleó en su ordenador -explicó Gallo mientras paseaba sobre la lujosa alfombra. Después de lo que había sucedido con Joey, no estaba de humor para volver a sentarse-. Y por la copia de seguridad que encontramos escondida en el fondo de uno de los cajones de Shep, parece que les estaba ayudando.

– ¿O sea que los tres se reunieron esta mañana y cuando las cosas se pusieron feas, Oliver y Charlie mataron a Shep? -especuló Quincy desde su lugar habitual junto a la puerta.

– Ésa es la única explicación que tiene sentido -dijo DeSanctis, mirando a Gallo con arrogancia.

– ¿Y qué hay de la investigación? -preguntó Lapidus-. Como sabe, tenemos un número de clientes muy importantes que confían en nuestra promesa de privacidad y discreción. ¿Hay alguna posibilidad de mantener este asunto… cómo le diría… fuera de los titulares?

Eso era exactamente lo que Gallo estaba esperando.

– Estoy completamente de acuerdo con usted -contestó, aprovechando la oportunidad-. Si esta historia llega a la prensa, se encargarán de transmitir todos nuestros movimientos a Oliver y Charlie. Cuando las cosas adquieren tal importancia, es mejor mantenerse en la sombra.

– Exacto… ésa es exactamente nuestra posición -dijo Lapidus, asintiendo vigorosamente hacia Quincy-. ¿No lo crees así?

Quincy permaneció inmóvil. Su cuota de lameculos estaba cubierta por ese día.

– ¿De modo que cree que será capaz de dar con ellos? -preguntó Lapidus mientras Gallo descolgaba el teléfono que había en una esquina del escritorio.

Gallo miró a Quincy, luego nuevamente a Lapidus.

– ¿Por qué no dejan eso en nuestras manos? -Gallo marcó rápidamente un número y se llevó el auricular a la oreja-. Hola, soy yo -dijo a la persona en el otro extremo de la línea-. Tengo un móvil perdido en la ciudad, ¿estás preparado para localizarlo?

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