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– Oliver, éste no es momento para hacer tonterías -le advirtió Joey mientras Oliver avanzaba con el arma apuntada directamente a su cabeza.

– Hablo en serio, la usaré -dijo Oliver, tensando el índice sobre el gatillo.

Joey vio cómo le temblaban las manos. Luego estudió sus ojos. Impasibles. Inmóviles y oscuros. Oliver no estaba bromeando.

– Joey, ¿qué está ocurriendo? -preguntó Noreen a través del audífono-. ¿Son ellos? ¿Quieres que avise a alguien?

– No lo hagas… -le advirtió Joey. Oliver se volvió y Noreen dejó de hablar.

– Sólo harás que infectar la herida -añadió Joey.

– ¡Charlie, apártate! -exclamó Oliver.

Charlie dio un salto hacia atrás.

Joey observó atentamente toda la escena. Ahora sabía en cuál de los dos debía concentrarse.

– Oliver… -empezó a decir-. Déjame que os ayude a salir de este…

– ¡Suelta el arma! -la interrumpió Oliver-. Lánzala al techo.

Esta vez, Joey no se movió.

– ¡He dicho que lances el arma al techo! -insistió Oliver, su mano finalmente quieta.

Charlie observaba a su hermano sin abrir la boca. Igual que Joey. Dos días atrás ella no pensaba que Oliver Caruso tuviese lo que hay que tener. Hoy ya no estaba tan segura de ello. Joey echó un vistazo al techo del club y se preparó para lanzar el arma.

– Te lo advierto, es probable que se dispare.

– Correré ese riesgo -contestó Oliver.

Con un suave movimiento, Joey arrojó el pequeño revólver de su padre por encima del borde del techo. Cayó con un ruido sordo, pero no se disparó.

Detrás de Oliver, la bocina de un coche sonó dos veces. A través de las tablillas de la valla de madera que rodeaba todo el perímetro de la piscina, Joey alcanzó a ver el escarabajo azul celeste de Gillian que avanzaba hacia la puerta giratoria que daba acceso a la zona de aparcamiento del complejo residencial.

Oliver no tuvo necesidad de decir nada. Charlie echó a correr.

Joey estudió la expresión de Oliver, buscando algún punto débil. Pero después de todo este tiempo persiguiéndole, ya lo conocía.

– Cuanto más huyas, menos probabilidades tendrás de recuperar tu antigua vida.

Ante su sorpresa, Oliver no mostró ninguna reacción. Simplemente observaba a Charlie que corría hacia el coche. En el instante en que su hermano superó la valla, Oliver volvió a mirar a Joey.

– Te aconsejo que te mantengas alejada de nosotros -le advirtió.

Mientras se alejaba rápidamente en dirección al coche azul no dejó de apuntarle con la pistola. Y antes de que Joey pudiese reaccionar, la puerta del coche se cerró con estrépito, los neumáticos chirriaron y Oliver, Charlie y Gillian se alejaron.

– ¿Joey, te encuentras bien? -interrumpió Noreen a través del audífono.

Ignorando la pregunta, Joey echó a correr hacia la abertura en la valla.

– ¡Mierda! -gritó mientras observaba cómo el coche de Gillian rebotaba en los topes de cemento que limitaban la velocidad en el aparcamiento y ganaba finalmente la calle. Joey salió como una bala hacia su coche, que estaba aparcado en doble fila delante del edificio principal. Pero justo cuando doblaba la esquina descubrió los neumáticos pinchados de las ruedas traseras.

– Mierda, estoy jodida -murmuró para sí-. Noreen, llama ahora mismo a la triple A. [12]

– Ahora mismo.

– Y un milisegundo después de que hayas hablado con ellos, quiero que comiences a investigar a…

– … Gallo y DeSanctis. Ya estoy en ello -explicó Noreen-. Empecé en el momento en que Charlie pronunció sus nombres.

– ¿Y qué piensas de su reacción cuando mencioné a Lapidus? -preguntó Joey.

– No lo sé. Sólo se oía el silencio.

– Tendrías que haber visto la expresión de su cara.

– De acuerdo, echaré un vistazo también a Lapidus. Por cierto, ¿sabías que las oficinas del último trabajo que tuvo Martin Duckworth están a sólo veinte minutos?

– Maravilloso, eso es lo que quiero oír -dijo Joey mientras corría de regreso al club para recuperar su revólver del techo-. ¿Y qué me dices de su hija? ¿Alguna información sobre ella?

– Verás, Joey, eso es lo que no tiene sentido -contestó Noreen-. Mientras estabas tratando con los Gemelos Maravilla, he estado investigando a través de certificados de nacimiento, permisos de conducir, incluso declaraciones de impuestos de la familia de Duckworth. No estoy segura de qué estaba hablando Charlie, pero según toda la información que he podido reunir Marty Duckworth no tiene ninguna hija.

– ¿Cómo dices?

– Tal como te lo digo, Joey. Lo he comprobado una docena de veces. De acuerdo con todas las bases de datos gubernamentales y privadas, Gillian Duckworth simplemente no existe.

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