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– Bien venida al aeropuerto de Miami. ¿En qué puedo ayudarla?

– Hola, he venido a recoger un coche -le dijo Joey a la pequeña mujer rubia que estaba en el mostrador de alquiler de coches National-. Debería estar a nombre de Gallo.

– Gallo… -repitió la mujer mientras introducía el nombre en el ordenador-. No hay nada con ese nombre…

– En realidad, es probable que lo reservase a nombre de DeSanctis -añadió Joey, forzando el engaño. Los mostradores de formica de las otras compañías de alquiler de coches se extendían a lo largo de la terminal, pero cuando Joey salió de la escalera mecánica se dirigió directamente al mostrador de National. Después de todo, cuando se trataba de descuentos para el gobierno, sólo había tres compañías que la oficina de viajes del servicio secreto tenía incluidas como «proveedores oficiales». National era la número uno.

– ¿Ha habido suerte? -preguntó Joey.

Examinando la pantalla iluminada delante de ella, la agente de la compañía de alquiler mostró una expresión desconcertada.

– Lo siento… pero según mis datos alguien ya ha recogido el coche.

– Esos ansiosos cabrones -exclamó Joey echándose a reír-. Sabía que cogerían el primer vuelo… cualquier recurso es bueno para atrapar a un delincuente. -Abrió la billetera y susurró: «Servicio Secreto de Estados Unidos», exhibiendo una placa dorada. Por supuesto cubrió las palabras «Policía del Condado de Fairfax» con las puntas de los dedos, pero como Joey había aprendido a lo largo de los años, una placa era más que una placa. Especialmente cuando era la de su padre-. Se suponía que debíamos encontrarnos en Miami y… ¿Puedo usar su teléfono? -preguntó-. Intentaré localizarle en su móvil.

Estirando el cable por encima del mostrador, la mujer marcó el número que Joey le dictaba. A través del auricular, Joey oyó el mensaje de su propio contestador automático. Con el rostro súbitamente serio, alzó la vista hacia la mujer-. Sólo me responde su buzón de voz…

– ¿Es… es eso malo?

– ¿Tiene idea de dónde han ido? -preguntó Joey con voz nerviosa.

– Bueno, en realidad no podemos dar…

– Son mis compañeros -insistió Joey-. Si algo les pasara…

La mujer estuvo a punto de decir algo pero dudó.

– Es una emergencia -le rogó Joey-. Por favor…

La mujer cogió un plano de la ciudad de la pila que tenía en el mostrador y lo deslizó ansiosamente delante de Joey.

– Ellos querían direcciones del área de South Beach… Esa fue la información que les di.

– ¿Algún lugar en particular?

– La calle 10. No me dieron ninguna dirección, pero es un área muy pequeña…

– La encontraré -dijo Joey cogiendo el plano-. ¿Cuánto tardará en conseguirme un coche?

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