77

Decidió esperar a que la pequeña dejara de llorar. Escondido en el porche de madera del Pecos Bill Café, no tenía ningún sentido llamar la atención. Y, mientras la pequeña siguiera chillando al otro lado de la calle -y mientras ella y su madre continuaran bloqueando la puerta giratoria detrás de la cual acababan de agacharse Gallo y DeSanctis- no pensaba ir a ninguna parte. Naturalmente había una razón muy poderosa para tomarse las cosas con calma. Desde ahora no tenía ningún sentido apresurarse. Oliver y Charlie… Gallo y DeSanctis… les había encontrado antes, podía volver a hacerlo. La última vez todo lo que tuvo que hacer fue esperar a la vuelta de la esquina del DACS. Sabía que aparecerían corriendo por ese lugar. Exactamente como le había dicho Gillian.

Sonrió al pensar en ello. Gillian. ¿De dónde habría sacado ese nombre? Se encogió de hombros restándole importancia a la respuesta. Siempre que consiguieran el dinero, podía llamarse como quisiera.

Con los ojos fijos en la multitud que se movía lentamente vigilaba atentamente cada mirada perdida y cada expresión extraña. No le gustaba estar solo en Disney World. Si fuese más joven, tal vez, pero a esta edad -sin niños que le acompañasen- era una forma segura de destacar en medio de la multitud. Finalmente, se apartó del porche, metió una mano en el bolsillo y comenzó a cruzar tranquilamente la calle como un padre que regresa a reunirse con su familia. Delante de la valla, la niña ya había dejado de llorar. Y la multitud había dejado de mirar.

– Lo siento… ¿le estamos interrumpiendo el paso? -preguntó la madre de la pequeña, arrodillándose y limpiando la nariz de su hija.

– En absoluto -dijo el hombre con un gesto amistoso. Pasó junto a ellas, abrió la valla y entró. Cuando se cerró, no volvió la vista atrás.

Загрузка...