Durante la escritura de todos mis libros siempre hay personas que me ayudan en momentos esenciales del camino, y me gustaría aprovechar este espacio para darles las gracias:
A Esther Newberg, la mejor agente del mundo y una amiga fiel, por sus conocimientos. A Ace Atkins, ese amigo en quien confío, brillante y lleno de talento, por su atenta lectura y sus fantásticas ideas. A Jamie Raab, mi editor, quien pulió esta historia con una inspiración y creatividad sin igual. Y a las mujeres que trabajan para él: Frances Jalet-Miller y Kristen Weber, además de a mis amigos de Warner Books, Larry Kirshbaum, quien ya no se halla en la empresa pero que, junto con Rick Wolff, me concedió una oportunidad; Maureen Egen, Chris Barba y su equipo de comerciales, los mejores del mundo; Emi Battaglia; Karen Torres; Martha Otis; Paul Kirschner; Flag Tonuzi; Jim Spivey; Mari Okuda; Fred Chase, y Tina Andreadis, a quien todos echaremos de menos.
A mis padres, Dick y Judy Green, quienes me enseñaron a leer y a amar los libros, y se pasaron muchas horas repasando este manuscrito hasta hacerlo brillar.
Un agradecimiento especial para el antiguo agente del FBI John Gamel, que me ayudó a comprender el funcionamiento interno del FBI y contestó a mis llamadas a cualquier hora del día.