Capítulo 29

Oslo

– ¿Fantástica?

– Sí, ¡es tan fantástica que casi da asco!

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Alguna vez has visto a Mai-Brit borracha? ¿O la has oído decir algo totalmente absurdo? Siempre está tan condenadamente bien preparada. Tan perfecta. Tan moral. Es tan… maldita sea, es tan correcta, es imposible atacarla por ningún lado. Incluso en la cena de Navidad sabe comportarse.

El dedo de Mai-Brit se había quedado pegado al botón verde de la fotocopiadora y su mirada fija en la tapa gris mate. El editor de literatura extranjera gruñó irritado desde su despacho y dijo algo más que no llegó hasta el pasillo. La voz de una de las secretarias contestó quitándole hierro al asunto y el dedo de Mai-Brit volvió a despertarse, se movió y la máquina se puso de nuevo en marcha y a parpadear. La puerta del despacho del editor se cerró de golpe, sin que nadie asomara por la puerta.

La copia salió y Mai-Brit cogió el papel tibio, volvió a su despacho, cerró la puerta y se quedó mirando la pared fijamente.

¡Fantástica!

Era una palabra rara. Un adjetivo que en su origen era positivo. Como en «un espectáculo fantástico» o «un paisaje fantástico». Sí, incluso las personas podían serlo sin problemas… «un tipo fantástico». Sin embargo, las palabras que le habían dedicado no eran precisamente positivas.

Ella estaba demasiado bien preparada, era demasiado moral, demasiado sobria. Demasiado fantástica.

No era la primera vez que lo escuchaba, aunque hacía casi veinte años que no lo oía.

– No seas tan fantástica, Mai-Brit; ¡tenemos que divertirnos! Tus padres no están aquí.

Kitty la había mirado, harta de ella, cuando Mai-Brit se negó a beber más de una cerveza el primer día que compartieron en la comuna de Nesodden. Kitty era de la opinión que había que celebrarlo como Dios manda. No fue la última vez que anduvo detrás de Mai-Brit por razones parecidas. Sin embargo, Mai-Brit había conseguido cerrarle la boca a Kitty el día que apareció con Even en casa. De pronto, Mai-Brit se había ido al otro extremo y Kitty llegó a preguntarse si no sería demasiado fuerte para sus padres presentarles a un colgado drogadicto como ése. Durante las siguientes semanas, Mai-Brit se había preguntado miles de veces si estaba con Even por librarse de aquel sello de «fantástica», aunque con el tiempo volvería a olvidarse de todo aquello. Hasta ahora.

¿Realmente se consideraba como algo negativo no emborracharse como un cerdo, no acostarse con cualquiera durante un seminario o una cena de Navidad, ni hablar mal de los demás a sus espaldas?

Cogió la carta y la firmó con un gesto airado. Bueno, pues si era así, no le quedaba más remedio que seguir siendo fantástica. De pronto recordó que el único que con cierta razón podía llamarla «fantástica» era Even. Cuando se conocieron, fueron literalmente la virtud y el vicio que se fueron a vivir juntos. Pero a pesar de ello, Even no había siquiera insinuado nada parecido a «fantástica» al referirse a ella. Y de pronto recordó que se había dejado el original en la fotocopiadora. Se levantó de la silla con tal ímpetu que la silla se estrelló con la pared, salió al pasillo y al volver con la carta en la mano echó una mirada furibunda a la puerta del despacho de su colega. Le entraron ganas de abrir la puerta y simplemente decirle «saco de mierda» al capullo ese. Pero ¡seguramente era demasiado fantástica para hacer algo así!

Se detuvo en mitad del pasillo, vaciló un segundo antes de girar sobre sus talones y se acercó a la puerta, la abrió y le dijo «saco de mierda» a un editor de literatura extranjera que se quedó sorprendido. Luego cerró la puerta de golpe y volvió sonriente a su despacho.

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