París
Cuando la alarma del móvil anunció que eran las ocho, ella ya tenía los ojos abiertos, fijos en las sombras grises de la habitación. La reunión con Simon LaTour y los acontecimientos de la noche pasada en el bosque de Boulogne se habían sedimentado en su interior como una pesadilla, con tal intensidad que no había sido capaz de pegar ojo desde que se acostó. Se había levantado varias veces durante la noche para comprobar si la puerta estaba cerrada con llave, y luego se había duchado para eliminar el fuerte olor a sudor. El olor a miedo, y a muerte.
Era como si la maldición de Newton, que ella misma había inventado, se hubiera hecho realidad, alcanzándola a ella y a la gente que la rodeaba con toda su fuerza.
Se levantó lentamente, se acercó a la ventana e hizo un esfuerzo por sobreponerse, repitió la decisión que había tomado por la noche como un mantra: si perdía, debería a su vez ganar. Al menos la noche en vela le había procurado el tiempo necesario para urdir un plan.
Se duchó, se lavó concienzudamente varias veces, una parte del cuerpo detrás de otra, se restregó con todas sus fuerzas hasta que su piel enrojeció. Al final, una ducha rápida de agua fría para darle un shock al cuerpo que despertase aquellos recovecos que todavía seguían en coma. Se vistió, llegó a la conclusión de que no tenía ganas de comer y se sentó al escritorio. El deseo de llamar a Finn-Erik, escuchar su voz sosegada y hablar con los niños, le provocaba náuseas; no se atrevía.
El sobre grande de color marrón con el libro y las notas seguía abierto, todavía faltaba meter un último pedazo de papel antes de enviarlo. Sólo Dios sabía cuántas veces había verificado que la dirección y el código postal fueran correctos: 0119 Vika, apartado postal 1220; estaba neurótica y temía que una equivocación al escribir alguna cifra pudiera, de buenas a primeras, dar al traste con su plan.
Mientras cogía el bolso y sacaba la baraja de cartas, elaboró un plan para salir del hotel sin ser vista, hacer lo que tenía que hacer y volver a la habitación antes de las dos de la tarde.