París – Ginebra
Mai-Brit le contó a todo el mundo que se iba a París, y realmente se fue a París. Pasó cuatro horas en la ciudad.
Desde el aeropuerto de Charles de Gaulle cogió un autobús hasta el centro, y durante toda la mañana estuvo paseando por la ciudad dibujando círculos improvisados, cambiando de metro en el último momento, entrando en tiendas y saliendo por la puerta de atrás, saltando repentinamente a un bus y bajándose dos paradas más adelante, intentando despistar, hasta que se dirigió a Gare de Lyon, donde se subió al rápido de Lyon; allí alquiló un coche y tomó el camino hacia la frontera con Suiza. Era de noche cuando llegó a Ginebra. Encontró una pequeña pensión y pagó al contado y por adelantado una semana de estancia. Antes de acostarse escribió en el nuevo diario que se había comprado:
15 de noviembre, Ginebra
El proyecto Newton lleva un tiempo hibernando, en contra de mi voluntad. He estado muy ocupada con el lanzamiento de los libros de otoño, y además he hecho de asesora en un par de novelas históricas programadas para el año que viene. Pero ahora me he reservado una semana para trabajar en Ginebra, trabajar sobre el tal Jean-Christophe que aparece en el mensaje cifrado.
Estoy convencida de que debe de tratarse de Jean-Christophe Fatio de Duillier. Es decir, el hermano de Nicolás Fatio de Duillier sobre el que escribo en el Tercer secreto de Newton. Jean-Christophe era ingeniero, creo y, entre otras cosas, fue el autor del mapa grabado en cobre de Ginebra que encontré en internet.
Mañana empezaré buscando información sobre él y su familia en la biblioteca.
Mai-Brit cerró el libro, dejó la pluma encima y apagó la luz. Se metió debajo del edredón y se puso a dormir con la sensación de estar de incógnito, de estar en paz. Por primera vez en varios meses dejaba de sentirse vigilada. Nadie sabía dónde estaba. Nadie.