Descubrió el correo electrónico en mitad de la noche. Todo estaba a oscuras al otro lado del haz de luz que iluminaba la mesa, cuando quiso enviar un correo electrónico a un conocido, un químico americano, para preguntarle qué podía querer decir invisible sulphur. El correo electrónico aparecía en el buzón de entrada como una línea negra en el fondo de la lista y atrapó su mirada inmediatamente.
Que el correo electrónico fuera de Johan, el ayudante con el que compartía despacho, no era extraño, pues, en general, sólo sus colegas tenían su dirección de correo electrónico; lo que sí le resultó sorprendente fue el contenido.
«¡OJO!», ponía en el título.
Hola Even.
Sólo quería decirte que hoy recibimos la visita de un policía. Nunca llegó a decir claramente a qué había venido, salvo que era a ti a quien buscaba. Preguntó por qué tenías permiso para ausentarte, cómo eras como colega, si te ausentabas a menudo. Si eras capaz de dejar a las estudiantes jóvenes en paz. La verdad es que no fue demasiado agradable. Molvik, creo que dijo que se llamaba. Inspector jefe. Yo no le dije apenas nada, tampoco creo que lo hicieran los demás. Pero así al menos ya lo sabes. Espero que todo vaya bien.
Un saludo,
Johan
Even soltó un rugido, dio un puñetazo al teclado y se levantó con tal brusquedad que la silla cayó al suelo. Salió corriendo por la puerta y sin hacer caso de la lluvia que caía a mares, cogió la calle en dirección a la ciudad.
Even no sabía cuánto tiempo estuvo andando, ni por dónde. Todavía era de noche cuando finalmente volvió a casa, empapado, cansado y con la cabeza a punto de estallarle. Se echó en la cama dispuesto a dormir un par de horas antes de volver a sentarse delante del escritorio.