El túnel de lavado estaba vacío. Even vigilaba las luces verdes mientras el coche avanzaba hacia las escobillas de lavado y frenó cuando las luces cambiaron a rojo. La puerta de detrás empezó a crujir y a rodar hacia el suelo. Un hombre con un mono rojo pasó por debajo de la puerta, entró y lo saludó con una inclinación de cabeza. La barba había desaparecido y su peinado estaba tan pegado a la cabeza que parecía que hubiera utilizado aceite reciclado para fijar el pelo. Sin embargo, era el mismo tío, Finn Poulsen.
– Sólo quería revisar la máquina de lavado -chasqueó con acento de Oslo y guiñó un ojo a Even-. Hay que ajustaría antes de ponerla en marcha. El anterior cliente se ha quejado.
– Estupendo -dijo Even-. ¿Quieres que espere fuera?
– No hace falta, tardaré un par de minutos, más o menos.
El Poulsen del lavado de coches sacó un aparato detector de una caja de herramientas y dio un par de vueltas alrededor del coche. Del aparato salió un tut-tut acompasado, hasta que llegó a la parte trasera del coche, donde la frecuencia se volvió más rápida. Poulsen se colocó los auriculares, desconectó los altavoces y dio una vuelta más. Miró una pantalla detenidamente. Valiéndose de un pequeño espejo y una linterna empezó a examinar el interior del parachoques.
– Aquí -gruñó y sostuvo una cajita plana en alto-. Un GPS. Le dice al vigilante dónde estás en todo momento. -Even se acercó-. La persona que te vigila tiene un mapa, muy parecido al que me imagino que habrás visto en cualquier taxi, y puede mantenerse fuera de tu vista y a la vez saber dónde se encuentra el coche.
Even miró incrédulo el chisme negro sin saber qué decir. Era como si le paralizara y ahogara toda actividad en su cerebro.
– ¿Has detectado en algún momento la presencia de coches o personas desconocidos en el barrio? Al fin y al cabo, las casas adosadas están un poco retiradas de la calle, y no resulta fácil acercarse inadvertidamente al coche durante el día.
Finn Poulsen lo miró. Even sacudió la cabeza.
– No, no he visto nada.
– ¿Te has llevado el coche a algún lugar donde haya estado sin vigilancia? ¿A algún parking en el centro de la ciudad, en algún centro comercial, algo así?
– Pasó una noche en Frogner. -Even apartó la mirada de la cajita y miró a Poulsen-.Y luego estuvo aparcado unas horas en casa de mi…-Se calló, de pronto notó que su corazón estaba asustado. Vulnerable. No podía permitir volverse vulnerable-. Quiero decir, estuvo delante de la casa de unos amigos unas horas. Tienen un hijo y era su fiesta de cumpleaños.
Poulsen asintió con la cabeza.
– Se tarda cinco segundos en fijar un cacharro magnético como éste. Puede haber pasado en cualquier momento. ¿Quieres que me lo lleve?
Tenía un aspecto inocente. Pequeño y vulnerable, tan fácil de pisar, de aplastar con el talón.
– No, vuélvelo a colocar -dijo Even.