El sonido se propagó a través de la casa y alcanzó el oído de Even como una secuencia de sonidos metálicos. Entonces volvió por un instante el silencio, hasta que les llegó la siguiente secuencia a la cama. Even entornó los ojos para ver la hora: las 02:37. ¿A quién demonios se le ocurría llamar a estas horas? Kitty dormía boca arriba, con un pecho desnudo tentadoramente cerca de su mano, y Even consideró acurrucarse a su lado y fingir que el teléfono todavía no se había inventado.
El siguiente ring le pareció tan fuerte que tuvo miedo de que despertara a Kitty. Por eso se levantó y se fue dando traspiés hasta la cocina, donde encontró el móvil.
– Sí, soy Even.
– Tu padre ha muerto, Even Vik. Haz el favor de no colgar. Aquí el doctor Hellström. Tu padre murió esta noche, hace una hora. Llevaba enfermo desde hace un tiempo, es por eso que he intentado dar contigo…
– Entiérralo, quémalo -dijo Even-. Haced lo que queráis con él, pero no volváis a llamarme. Envíame la factura si hay que pagar algo, pero no vuelvas a llamar. ¿Lo has entendido?
– Pero…
– No llames -dijo Even e interrumpió la conexión. Se quedó un buen rato mirando el móvil antes de desconectarlo y dejarlo sobre la mesa de la cocina. Un movimiento le hizo girarse. Era Kitty, envuelta en el edredón. Parecía un osito de peluche desgreñado.
– Era… mi padre ha muerto.
Kitty se acercó a él y lo envolvió también a él en el edredón sin decir nada. Piel contra piel, se quedaron un rato sintiendo el calor del otro. Even se dio cuenta de que le estaban entrando ganas de hacer el amor. Sólo había un sentimiento de alivio en su cuerpo. No de tristeza ni de amargura ni de odio ni de miedo, ya no quedaban dobleces ni malentendidos. Tan sólo alivio y ganas de hacer el amor. El diablo había muerto. Se había cerrado un capítulo. A partir de aquí, podría seguir adelante con su vida.
– Ven -dijo Even.