Capítulo 12

Los ojos del hombre eran completamente negros, carentes de color, y la tez de su rostro era pálida de un modo antinatural, tensa por encima de los huesos.

– Quédese donde está -le ordenó Darby.

El intruso siguió avanzando y Darby retrocedió hasta la puerta del cuarto de baño.

– Emma tiene mucha suerte de que alguien tan entregado trabaje en su caso -dijo el intruso-. Podría estar usted sentada tranquilamente en su casa de Beacon Hill y, en cambio, aquí está, registrando la casa en la oscuridad, en busca de respuestas. Me pregunto por qué será.

Se metió en el cuarto de invitados y cerró la puerta poco a poco, como si se fuese a dormir. Darby le oyó echar el pestillo de la puerta.

A continuación percibió una especie de golpeteo; la ventana, estaba abriendo la ventana. Pero ¿por qué? Debía de haber una salida de incendios.

Darby bajó por la escalera de caracol. Cuando llegó al salón, vio una pequeña rendija de luz por debajo de la puerta principal. Las luces del rellano estaban encendidas. «Debe de haber hecho saltar el diferencial», pensó.

Bajó por las escaleras. Marsh estaba sentado detrás del mostrador, leyendo una revista, cuando levantó la vista y vio a Darby bajando a la carrera.

– ¿Adónde conduce la salida de incendios de Emma?

– Al callejón de la esquina -respondió Marsh al tiempo que se levantaba-. ¿Qué pasa?

Darby no respondió. Ya había salido por la puerta y bajaba precipitadamente los escalones, bajo la intensa nevada.

Varios coches patrulla trataban de abrirse paso entre el tráfico. Dobló por la esquina corriendo y dejó atrás la rampa del aparcamiento del edificio. El callejón estaba desierto. Con el azote de la nieve en la cara, se protegió los ojos mientras avanzaba por el callejón, empuñando la SIG, lista para abrir fuego.

Cuando llegó al final del callejón, vio la escalera de incendios traqueteando al viento, cerca de un contenedor. Había pisadas recientes en la nieve, justo debajo de la escalera. Darby siguió el rastro hasta el momento en que se desviaba a la derecha, en la calle Arlington.

Los coches estaban atrapados en un embotellamiento, y tanto conductores como pasajeros la miraron alucinados mientras ella avanzaba por la calle, tratando de divisar al intruso entre las cortinas de nieve. Pero era inútil; no lo encontró. El hombre de los ojos extraños había desaparecido.


No sé si habrá salido el pir

Jimmy Marsh le dijo que la caja de los fusibles de la luz estaba en el interior del vestidor. Pertrechada con una linterna que le había facilitado un agente de un coche patrulla, Darby apartó la colección de vestidos, encontró el interruptor diferencial y, al accionarlo, se hizo de nuevo la luz.

El vestidor era largo y estrecho, y estaba repleto de hileras aparentemente interminables de ropa y zapatos ordenados de manera meticulosa en armarios sin puerta de aspecto profesional y elaborados en madera de roble. Los joyeros eran, en realidad, cuatro pequeños cajones forrados de terciopelo rojo.

En el segundo de ellos, Darby descubrió un espacio vacío entre dos collares de diamantes absolutamente impresionantes. Hojeó las páginas del expediente del caso y localizó la que contenía la lista del contenido del joyero. El relicario y la cadena figuraban entre un collar de oro y diamantes y otro collar con la cadena de platino. Los collares estaban allí, pero el relicario había desaparecido.

Pese a todo, Darby quería ver las fotos que la CSU había tomado de los joyeros. Llamó a Coop y descubrió que éste seguía en el laboratorio. Le explicó lo que había sucedido y lo que quería. Coop se ofreció a esperar en el laboratorio hasta que alguien de Identificación acudiese para abrir la oficina y conseguir las fotos. Le prometió hacérselas llegar al edificio de Hale.

Tim Bryson no contestaba al teléfono. Darby le dejó un mensaje sobre el relicario desaparecido, colgó y se dispuso a inspeccionar el cuarto de invitados por el que había escapado el intruso. La puerta estaba cerrada por dentro, de modo que tuvo que subir por la escalera de incendios para poder deslizarse en el interior. No había señales de que hubiesen forzado la ventana para entrar. Examinó el suelo y a continuación inspeccionó también la nieve en busca de algún posible rastro que el intruso pudiese haber dejado allí.

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