Agradecimientos

No habría podido escribir este libro sin la ayuda inestimable de los criminólogos Susan Flaherty y Kevin Kershark; Randy Moshos, de la Oficina Forense de la ciudad de Boston, Meigan Dingle, especialista en quemados, y Keith Woodbury, quien me ayudó a orientarme en el peligroso terreno de la química. Todas estas personas respondieron pacientemente al conjunto de mis preguntas técnicas. Todos los errores son única y exclusivamente responsabilidad mía.

Una de las ventajas de ser escritor es que uno tiene la oportunidad de hablar del oficio con algunos de los mejores. Por eso me gustará dar las gracias a los siguientes escritores: John Connolly, Gregg Hurwitz, Laura Mrs. Mooney Lippman, Mike Connelly, Joe Finder, Tess Gerritsen, George Pelecanos y Jodi Picoult.

Gracias a Pam Bernstein y a la maravillosa Maggie Griffin.

Si os ha gustado el libro, podéis darle las gracias a mi editora, Mari Evans, por el duro trabajo que ha realizado, y a mi agente, Darley Anderson, y a su maravilloso equipo: Emma White, Madeleine Buston, Camilla Bolton y Zoe King.

Lo que tenéis entre las manos es una obra de ficción, lo que significa que me lo he inventado casi todo.

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