Capítulo 25

En la bandeja de paquetería sólo había un paquete acolchado y sellado. Darby vio su nombre escrito en la parte delantera y lo abrió de camino a la sala de reuniones.

En la cinta de seguridad en VHS aparecía, en color y granulado, el interior del garaje de Emma Hale. Sentada en el borde de la mesa, Darby vio a un hombre de pelo corto y negro, piel clara y un abrigo de lana negro caminar con paso rápido y decidido por el garaje en dirección al montacargas. Al llegar pulsaba el botón y esperaba, de espaldas a la cámara. El color de pelo y de la ropa coincidían con los del intruso con el que se había tropezado la víspera: Malcolm Fletcher.

Cuando se abrieron las puertas del ascensor, Fletcher entró y se movió hacia la derecha, fuera del alcance de la cámara. Las puertas se cerraron.

Si Fletcher trabajase para Hale, no habría tenido que entrar a hurtadillas en el edificio.

Darby rebobinó la cinta y la examinó de nuevo.

«¿Qué hacías en el ático? ¿Qué andabas buscando?»

Volvió a ver la cinta tres veces más y, sin encontrar nada que le pareciese especialmente relevante, salió de la sala de reuniones.

Coop y Keith Woodbury estaban trabajando en una pequeña sala de pruebas. Había varias joyas de la colección de Emma Hale en el interior de una vitrina hermética y humeante que iba llenándose lentamente de vapores de cianoacrilato. Unas huellas latentes de color hueso aparecieron en las joyas.

– ¿Cómo está el nivel de humedad? -preguntó Coop.

Woodbury, alto y delgado, con la cabeza afeitada y constitución atlética, examinó el indicador.

– Parece que está bien -respondió, con su voz siempre suave y agradable. Vio a Darby, la saludó y luego volvió a centrar su atención en el indicador.

Coop soltó su tablilla con sujetapapeles.

– Han llegado los resultados del AFIS. Me temo que no hay buenas noticias -le anunció-. No sólo no han encontrado ninguna coincidencia para la huella parcial del pulgar que hallamos en el tirador metálico, sino que ni siquiera han encontrado una coincidencia probable. Vamos a necesitar una huella de mejor calidad.

– ¿Ha habido suerte con las joyas?

– Sólo hemos comprobado una bandeja. Hasta ahora, todas las huellas pertenecen a Emma Hale. Vamos a tardar unos cuantos días en examinarlas todas.

Darby asintió. Las pruebas de detección de huellas con cianoacrilato, el principal componente químico del pegamento Superglue, arrojaban unos resultados espectaculares, pero el proceso era lento. Además, después de la fijación de la huella dactilar con el reactivo faltaba el paso adicional de añadir un polvo de contraste para poder conservar las huellas a fin de retirarlas luego.

– ¿Cómo ha transcurrido la reunión con el padre? -quiso saber Coop.

Darby se sentó de un salto sobre la mesa del fondo y les contó la conversación con Hale y el posterior robo en su oficina.

– Qué ladrones más oportunos… -exclamó Coop-. ¿Crees que Fletcher sabe lo del relicario desaparecido?

– El único modo que tendría de saberlo sería que hubiese tenido acceso a nuestro expediente con las pruebas -señaló Darby-. Y Hale no tiene ninguna copia.

– Entonces, ¿qué cojones estaba haciendo Fletcher allí?

– No tengo ni idea. Me gustaría hablar de la estatua de la Virgen María.

– No hemos encontrado huellas.

– Ya lo sé -dijo Darby-. O nuestro hombre la limpió antes de meterla en el bolsillo o bien llevaba guantes. Pero llevar guantes mientras se sujeta una aguja de coser sería un poco peliagudo, ¿no os parece?

– Depende del tipo de guantes que llevase. Si eran guantes de esquiar o de piel gruesa, entonces sí, sería difícil sostener una aguja y coser el bolsillo, pero si llevaba guantes de látex… -Coop se encogió de hombros.

– ¿Y si no llevaba guantes? -sugirió Darby-. ¿Y si cosió el bolsillo con las manos desnudas?

– Ya sé adonde quieres ir a parar. Intentar extraer una huella latente de la ropa… eso rara vez funciona. Las fibras textiles no retienen las características de las crestas de la huella.

– Es cierto, por lo general -concedió Darby-. Pero los pantalones de deporte de Chen son de nailon, y el área alrededor del bolsillo estaba manchada de sangre. ¿Y si el asesino dejó allí su huella?

– Entonces la pregunta es cómo extraerla sin dañar la muestra de sangre para la prueba de ADN.

– Hay algunos reactivos químicos que podemos utilizar sin dañar los loci STR principales.

Woodbury, que hasta entonces había escuchado en silencio, intervino en ese momento.

– Si vas por ahí, yo no te aconsejaría utilizar un reactivo de peroxidasa. Para empezar, no son fáciles de utilizar, y en segundo lugar está el problema de la toxicidad.

– ¿Y si utilizamos una solución basada en un tinte general para la tinción de proteínas? -propuso Darby.

Woodbury se quedó pensativo.

– Eso sería más seguro -dijo al cabo de un momento-. Haré algunas averiguaciones y veré si puedo dar con la… receta adecuada.

– Y tendremos que aguardar a que se seque la ropa -añadió Coop.

– Quiero examinar la piel de Chen -dijo Darby-. Quiero ver si nuestro hombre la tocó directamente con las manos.

– Yo diría que las posibilidades de que una huella latente haya sobrevivido tanto tiempo bajo el agua son casi nulas.

– Coop, ¿cuál es la primera regla de la que me hablaste respecto a las huellas dactilares?

– Que no hay reglas.

– Exacto -dijo Darby, bajándose de la mesa de un salto-. Deja que te explique lo que me ronda por la cabeza…

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