– He hablado con Tina Sanders -dijo Darby.
– ¿Te ha contado lo de su hija?
– Sí. Por alguna razón, esa mujer cree que yo sé lo que le sucedió. ¿Hay algo que quiera decirme?
– Si quieres saber lo que le pasó a Jennifer Sanders y a las demás, ve al Sinclair -dijo Fletcher-. Y esta vez, quiero que vengas sola.
– ¿Por qué?
– He decidido que te quiero para mí solo.
Clic.
La llamada telefónica había durado muy poco, menos de treinta segundos. ¿Sabría Fletcher que trataban de localizarla? Esta vez le había pedido que fuese sola. ¿Había detectado ya al equipo de vigilancia o simplemente se guardaba las espaldas?
Darby se metió en la autopista y llamó a Bryson. Él prometió devolverle la llamada y lo hizo veinte minutos más tarde.
– Acabo de hablar con Bill Jordan, el hombre que dirige tu vigilancia -le informó Bryson-, Fletcher no ha hablado el tiempo suficiente. No han podido localizar la señal.
– ¿Existe algún modo de que haya averiguado que tratábamos de localizar la llamada?
– No, pero supongo que quiere ir sobre seguro, cubrirse las espaldas, por si acaso. Ahora tengo que ir a encargarme de la coordinación con Jordan, que todavía está acabando de formar todo el equipo.
– ¿Qué quieres que haga?
– Tal como tú misma dijiste, Fletcher nos dejó la misma figura de la Virgen María que encontramos en los bolsillos de Chen y Hale. No podemos pasar por alto ese hecho.
– Quiere que me reúna con él a solas.
– Jordan va a utilizar a algunos agentes de Narcóticos de paisano. Fingirán que son guardas de seguridad de Reed y te acompañarán dentro.
– Tim, si Fletcher de veras sabe algo, tal vez lo mejor sería que entrase ahí dentro sola.
– Haré como que no he oído eso que acabas de decir.
– Si ese hombre quisiese hacerme daño, ha tenido muchas oportunidades -señaló Darby-. ¿Qué gana Fletcher matándome?
– Si te dejo entrar en el psiquiátrico sin ninguna protección, la inspectora me colgará de las pelotas. Si te pasa algo, si entras y te tuerces un tobillo, la responsabilidad civil recaería sobre el Ayuntamiento. Podrías denunciarme a mí, o al alcalde.
– ¿Quieres que firme una renuncia?
– No pienso discutir contigo. Si quieres ir al Sinclair, ve, pero nosotros estaremos ahí.
– Ahora mismo me dirijo en coche hacia allí.
– Muy bien. Nos aseguraremos de que todas las salidas estén cubiertas.
– ¿Cuántas hay?
– Muchas -contestó Bryson-. El fin de semana pasado Reed me enseñó todos los agujeros por donde es posible colarse dentro. Sus hombres sólo pueden cubrir una parte del recinto al mismo tiempo. Cuando te llame Fletcher, intenta mantenerlo al teléfono y nosotros nos encargaremos del resto. ¿Llevas el móvil cargado?
Darby comprobó el nivel de la batería.
– Todavía le queda algo -respondió-. Llevo un cargador en el coche.
– Perfecto. Todos estarán en sus posiciones para cuando llegues.
– ¿Y si me guía hasta el sótano? El móvil no funcionará ahí abajo.
Durante el fin de semana habían descubierto que no había cobertura. El sótano estaba demasiado soterrado, en el nivel subterráneo, y las paredes eran demasiado gruesas. La señal se interrumpía o se perdía por completo.
– Esperemos que eso no pase -dijo Bryson.