– Es la segunda vez que Malcolm Fletcher reaparece aquí, en Boston -empezó Chadzynski-. La primera vez fue hace nueve años escasos. ¿Recuerdan el caso de Sandman?
– Salió en todas las noticias.
Darby lo había seguido en los periódicos.
Un asesino en serie llamado Gabriel LaRouche había asesinado a una familia en Marblehead, una ciudad de la costa norte de Boston, y luego había llamado a la policía. LaRouche, que observaba la casa con un sofisticado equipo de vigilancia, esperó hasta que todos los agentes de policía estuvieron dentro del edificio y luego detonó la bomba que había dejado en la escena del crimen. Murieron otras dos familias antes de que lo capturaran.
– ¿Saben quién es Jack Casey? -preguntó Chadzynski.
– Era un especialista en perfiles del FBI -respondió Darby-. Fue él quien atrapó a Miles Hamilton, el mayor psicópata de todos los tiempos.
– Sí. Casey se había retirado del FBI y trabajaba como jefe de policía en Marblehead, la ciudad donde fue asesinada la primera familia. En un momento dado, alertaron a las fuerzas especiales, el SWAT de Boston, porque había una emergencia con rehenes en una autopista. Tengo un amigo personal en el FBI, alguien que trabaja en Apoyo a la Investigación. Pues bien, Jack Casey trajo a Fletcher para que colaborara extraoficialmente como asesor en la investigación. Cuando se resolvió el caso de Sandman, Casey se fue de Marblehead y no se le ha vuelto a ver desde entonces; ni rastro. Fletcher también desapareció. Varios años más tarde, lo incluyeron en la lista de los hombres más buscados del FBI.
– Fletcher atacó a los agentes en el año ochenta y cuatro -señaló Darby-. ¿Por qué esperaron tanto los federales para incluirlo en la lista? ¿Lo sabe?
– El FBI quería llevar el asunto de forma discreta.
– No me extraña.
– Malcolm Fletcher era uno de sus mejores especialistas en perfiles -explicó Chadzynski-. Su porcentaje de casos resueltos no tiene precedentes. El problema es que cruzó la línea y empezó a tomarse la justicia por su propia mano: en la última docena de asesinatos en serie que investigó, todos los asesinos murieron. En sus últimos cuatro casos, los sospechosos desaparecieron. Mi amigo no me dijo cuánto tiempo llevaba ocurriendo, pero cuando el FBI lo descubrió, la agencia envió a tres agentes a detener a Fletcher, y no hace falta que les cuente qué sucedió después.
»Cuando el FBI lo incluyó en su lista, se creó un equipo especial asignado a su caso, para capturarlo. El problema, en mi opinión, es que nadie sabe apenas nada sobre él. Para ser un fugitivo, vive bastante bien: se aloja en hoteles caros, le gusta el buen vino y los habanos, prefiere conducir coches de lujo…
– El vigilante del Sinclair nos dijo que Fletcher conducía un Jaguar -intervino Darby.
– También es muy esnob con la ropa -prosiguió Chadzynski-. Recuerdo que mi amigo me contó que Fletcher encargaba los trajes y las camisas a medida en un conocido sastre del barrio de Mayfair, en Londres. Nadie sabe nada sobre su familia ni si su problema en la vista se debe a un defecto congénito o a una enfermedad. Me han dicho que ese hombre no es un psicópata, que mata por razones muy concretas. ¿Han oído hablar de la Sombra?
– ¿La película de Alec Baldwin? No era muy buena.
– En realidad, me refería a un personaje de una antigua revista pulp. La Sombra era una especie de superhéroe que patrullaba las calles en la oscuridad, velando por el cumplimiento de la justicia.
– «¿Quién sabe qué males se esconden en el corazón de los hombres? La Sombra lo sabe» -recitó Bryson, quien, al ver la expresión de Darby, añadió con una sonrisa burlona-: Es de antes de que tú nacieras.
– Pues bien, Malcolm Fletcher actúa de un modo parecido -explicó Chadzynski-. Sólo se marca como objetivo a personas que considera que han cometido algún delito grave. He oído rumores (y por el momento son sólo eso, rumores) de que Fletcher trabajaba de forma independiente en algunos de los casos que no había conseguido resolver. Tal vez esos casos de Saugus estén relacionados de algún modo con Hale y Chen. Tendré que hacer algunas llamadas.
– ¿Va a meter en esto a los federales? -preguntó Darby.
– No podemos descartar esa posibilidad. Tienen acceso a información sobre ese hombre de la que nosotros no disponemos.
– En mi opinión, sería un error.
– Estoy de acuerdo con Darby -la apoyó Bryson-. Los federales intervendrán, se quedarán con el caso y cuando las cosas salgan mal, nos señalarán a nosotros y pondrán en marcha su maquinaria de relaciones públicas para quitarse el muerto de encima.
– Voy a llamar a un amigo a ver si puedo averiguar algo con discreción -decidió Chadzynski-. Dudo que asignen una fuerza operativa a este caso sólo porque uno de los nuestros haya visto una vez a ese hombre. Querrán pruebas concretas antes de movilizarse. Mientras tanto, debemos tomar algunas medidas para ganar terreno. Darby, puesto que parece haberse centrado en usted, me gustaría poder intervenir todos sus teléfonos y ponerles un dispositivo de localización de llamadas. También me gustaría ponerla bajo vigilancia.
Darby asintió con la cabeza.
– Tim, usted ya tiene experiencia con la vigilancia -continuó Chadzynski-. ¿Podría encargarse?
– Me ocuparé de ello.
– Bien. En cuanto a reanudar el registro del Sinclair, me gustaría suspender la operación hasta que tengamos algo más concreto. Quiero que nos centremos en Judith Chen.
– Puede que tengamos otra víctima en potencia -informó Bryson, y le habló a Chadzynski de Hannah Givens.
– ¿Ha hablado alguno de los dos con el doctor Karim? -quiso saber Chadzynski.
– Le he dejado un mensaje en su despacho este fin de semana -respondió Darby-. Espero que quiera cooperar.
– Yo me encargaré de eso -repuso Chadzynski-. A él le gusta presionar, y a mí me gusta responder presionando aún más. Manténganme informada de cualquier avance en la investigación.
La inspectora se puso de pie.
– Buen trabajo con lo del relicario, Darby. Veamos qué más podemos averiguar.