Capítulo 55

«¿Conque es a eso a lo que has venido, eh?», pensó Tim Bryson. Fletcher se iba abajo a echar un polvo. Perfecto.

Bryson se puso el auricular. Ya llevaba el micrófono de pinza en su sitio.

– Lang, ¿me oyes?

– Te oigo.

– Mantente a la espera -indicó Bryson mientras se abría paso a través de la pista de baile.

El gorila que custodiaba la puerta señalada con el cartel de «Privado» extendió una mano y pidió una contraseña. Bryson le mostró su placa y, debido al estruendo de la música, tuvo que gritar para hacerse oír y decirle al tipo de la perilla que no dejase pasar a nadie.

Bryson bajó la escalera pintada de negro y en penumbra, la música de mierda amortiguada por la gruesa puerta de metal pero el mismo ritmo insoportable martilleándole en la cabeza, bum-bum-bum, mientras Watts corría para seguirlo. No había puertas, sino que las escaleras seguían bajando cada vez más y más… Dios, ¿qué profundidad tenía aquel lugar?

Al cabo de seis tramos de escaleras, encontró un arco de entrada que daba a una sala con el suelo de mármol. Había acuarios empotrados en las paredes, llenos de peces de colores y de vistoso coral. Detrás de un atril muy similar a los que solían verse en los restaurantes, donde se anotaban las reservas para las cenas, había un hombre alto con la cabeza afeitada. Iba vestido con un traje negro y corbata plateada.

– Buenas noches, caballeros.

Bryson miró a su derecha, donde vio un vestidor con taquillas. Había unos albornoces blancos perfectamente doblados en los estantes.

El hombre de la cabeza afeitada sonrió.

– Deben de ser nuevos. Bienvenidos. Me llamo Noah. Pueden cambiarse y ponerse el albornoz o, si lo prefieren, pueden ir directamente a una habitación privada. Veré qué es lo que tenemos disponible. -Examinó la parte inferior del atril-. La habitación sesenta y dos está libre. ¿Quieren la llave o prefieren disfrutar de la zona de baños antes?

Bryson le enseñó sus credenciales. Noah carraspeó un momento.

– Agentes, éste es un local privado. Nuestros miembros pagan por…

– Sólo nos interesa un miembro, un hombre alto con gafas de sol de cristales ahumados -explicó Bryson-. Ha entrado aquí hace unos minutos con una pelirroja. ¿Adónde han ido?

– Han pedido una habitación privada… la habitación número treinta y tres.

– ¿Está cerrada con llave?

– Supongo.

– ¿Y tiene otra llave?

– Están en el despacho. Esperen un momento.

Noah desapareció tras una cortina negra. Watts lo siguió.

Ahora Bryson tenía que encontrar la manera de sacar a Fletcher de allí. La posibilidad de hacerlo subir por las escaleras y atravesar la pista abarrotada de gente no era una opción viable; era demasiado arriesgado y algo podía salir mal.

Noah regresó acompañado de Watts y entregó una llave a Bryson.

– ¿Hay alguna salida independiente, más discreta, para los miembros de su club? -quiso saber Bryson.

– Iba a proponerles que utilicen el ascensor. Está junto a la habitación treinta y tres. Los llevará a la planta principal y hasta una puerta privada que conduce a la parte de atrás del club.

– Se refiere al callejón.

– Sí. Nuestros miembros valoran mucho la discreción, como estoy seguro de que comprenderá.

– Seremos muy discretos, se lo prometo. La habitación a la que nos lleva… ¿hay alguna puerta más dentro?

– No, señor, sólo la que da al pasillo.

– ¿Y las cámaras? ¿Hay alguien que vigile esta planta?

– Por supuesto que no -exclamó Noah, un tanto indignado-. Las cámaras de seguridad supondrían una violación de la intimidad de nuestros miembros.

Bryson habló con Lang a través del micrófono de pinza. Lang no respondió. «Debemos de estar demasiado abajo, a muchos metros bajo el suelo -pensó Bryson-. Las paredes deben de bloquear la señal.»

Tuvo más suerte con el teléfono móvil. La señal de la cobertura era débil, pero le serviría. Le dijo a Lang dónde estaba.

– Repite eso -le pidió Lang.

– Vamos a sacar a Fletcher por el callejón. Que todo el mundo ocupe sus posiciones. Si no vuelves a tener noticias mías dentro de veinte minutos, entrad en el club.

¿Qué iban a hacer con el calvo? Bryson no quería dejarlo allí. Podía alertar a la dirección del club; podía traer a los de seguridad; podía hacer un montón de cosas con tal de salvar su puesto de trabajo. Bryson quería que todo saliese como la seda y sin armar jaleo.

– Vaya usted delante.

Noah los guió por un pasillo de baldosas blancas y escasamente iluminado, para atenuar los rasgos. En el aire flotaba un fuerte olor a cloro procedente de la zona de baños, y del otro lado de las puertas cerradas llegaban los murmullos de las conversaciones y algunos gemidos. En una habitación al fondo del pasillo, un hombre gritaba, ya fuese de placer o de dolor, o de una combinación de ambas cosas.

Noah se detuvo enfrente de la habitación treinta y tres. En la de delante, al otro lado del pasillo, se oían unos gruñidos. En la puerta había una rejilla de tela metálica, y a pesar de que todo estaba a oscuras, Bryson adivinó la silueta de un hombre. Estaba atado a una mesa y llevaba una máscara de cuero.

– Más fuerte… -exclamó el hombre-. Más fuerte…

Una mujer se rió.

Bryson desenfundó su arma y acercó el oído a la habitación treinta y tres. Oyó el sonido del agua al correr e hizo señas a Noah para que se aproximara.

– ¿Hay alguna ducha en esta habitación? -susurró Tim Bryson.

– Todas las habitaciones tienen cuarto de baño.

– ¿Dónde está?

– Cuando abra la puerta, lo encontrará a su izquierda.

– ¿Cerraduras?

– Sí, cada cuarto de baño tiene una cerradura. No tengo la llave. Si necesita más ayuda, podría llamar a seguridad.

– No. Por favor, apártese. Quédese ahí.

Noah se situó en la pared del fondo, con aspecto de ir a desmayarse de un momento a otro. Bryson se dirigió a Watts.

– Yo entraré primero y tú me cubrirás. Si hace cualquier movimiento, dispárale.

Watts asintió, mientras el sudor le resbalaba por la cara. El pasillo estaba desagradablemente húmedo debido al vapor. Bryson deslizó la llave en el interior de la cerradura y contuvo la respiración un momento antes de hacer girar el pomo. No podía abrir la puerta de golpe. Si chocaba contra la pared, el ruido alertaría a Fletcher y eso podía darle tiempo suficiente para sacar su arma. Muy bien… Había llegado el momento.

Загрузка...