Capítulo 15

Jimmy Marsh estaba sentado tras el mostrador de la entrada, prestando declaración al compañero de Tim Bryson, el detective Cliff Watts.

Darby echó un vistazo a los monitores instalados detrás del mostrador.

– Hábleme de las cámaras de seguridad -le pidió.

– Las dos que hay encima de la entrada principal cubren la puerta y la calle -explicó Marsh-. Hay otra encima de la zona de descarga y otras dos en el garaje: una para vigilar la entrada y otra para el aparcamiento. Vemos a todo el que entra y sale del edificio.

– Pero no disponen de cámara de seguridad en el callejón.

– No. Ya sé adonde quiere ir a parar. Esa persona que ha encontrado dentro del piso, quienquiera que sea, puede que se haya largado por la escalera de incendios, pero es imposible que haya entrado por allí. No se puede subir al contenedor y alcanzar la escalera. Está demasiado alta.

– Déjeme que le haga una pregunta: si quisiera entrar en el interior del edificio sin ser visto, ¿cómo lo haría?

– No se puede.

– ¿Cómo se accede al interior del garaje?

– Se necesita un mando para abrir la puerta.

– Entonces, si tuviera uno y llegara en coche hasta la puerta, podría abrirla.

– Bueno, en teoría, sí -convino Marsh.

– Y si tuviera un mando de la puerta y entrara en el garaje, usted no me vería.

– No, pero vería su coche en el monitor.

– ¿Conoce usted la marca y el modelo de todos los coches del aparcamiento?

– Es necesario registrar todos los vehículos aquí, en recepción.

– ¿Conoce usted la marca y el modelo de todos los coches del aparcamiento?

– Tengo una idea bastante precisa. En el interior del edificio viven veintidós personas, y la mitad de ellas tiene coche.

Darby miró al monitor de seguridad que enfocaba la puerta del garaje.

– Esa cámara enfoca la ventanilla del asiento del copiloto -señaló-. Si un coche se detuviese en la puerta del garaje, usted no vería quién se sienta al volante.

Marsh no respondió.

Darby se volvió hacia él. El hombre tenía la mirada fija en el monitor, y se pasaba la lengua por los dientes.

– ¿Señor Marsh?

– Tiene razón -dijo-. No podría ver quién se sienta al volante.

– ¿Y puede oír el ruido de la puerta del garaje al abrirse?

– Vigilo esos monitores muy atentamente, señorita McCormick.

– No estoy poniendo en duda su dedicación a su trabajo ni su capacidad. Todos los sistemas de seguridad tienen algún defecto, y la persona que entró en el ático de Emma esta noche lo descubrió. Dígame, ¿oye usted el ruido de la puerta del garaje cuando se abre?

– No.

– ¿Hay algún empleado en el interior del garaje dedicado a controlar quién entra y sale?

– No.

– Y si usted estuviera ocupado con otra cosa, como una entrega o una llamada de teléfono, podría no ver a alguien que acabase de entrar por la puerta del garaje.

– Supongo que es posible.

– Y si yo no tuviera un mando a distancia para abrir la puerta pero estuviera merodeando, por ejemplo, alrededor del edificio, podría colarme dentro una vez que la puerta del garaje estuviese abierta, ¿no es cierto?

– Supongo -dijo él.

– ¿Y la cámara de seguridad del interior del garaje registra lo que sucede ahí dentro?

– Sí, así es.

– De acuerdo. Entonces, si yo fuera un residente, después de aparcar mi coche, ¿cómo llego a mi apartamento? ¿Tengo que volver a salir y pasar por la puerta principal?

– Hay un ascensor privado que lleva directamente a cada una de las plantas.

– Ese debe de ser el montacargas que vi al fondo del rellano de Emma.

– Sí.

– ¿Hay una cámara instalada en el interior de ese ascensor?

– No.

– ¿Y en las plantas? ¿Hay alguna cámara en cada uno de los rellanos?

– Sólo vigilamos el exterior del edificio.

– Eso había imaginado -dijo Darby-. Gracias por su ayuda, señor Marsh.

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