Cuando Darby llegó al laboratorio, se dirigió inmediatamente a Serología. Coop se había instalado en la parte de atrás, cerca de las ventanas con la luz más potente. Keith Woodbury estaba sacando fotos.
La sudadera de color rosa, los pantalones de deporte de nailon, los calcetines y las zapatillas deportivas estaban dispuestos en capas separadas por papel de estraza. Al igual que en el caso de Emma Hale, la ropa sucia de Judith Chen estaba desgarrada en algunas partes a causa de las piedras, las ramas y otros objetos cortantes que habían golpeado su cuerpo a lo largo del recorrido del mismo por el fondo frío y oscuro del puerto de Boston. Las prendas estaban secas, pero aún conservaban el olor metálico, a contaminación, del agua.
Coop le dio una mascarilla.
– Ya hemos hecho todo el papeleo y Keith casi ha terminado con las Polaroids -declaró.
– ¿Y las digitales? -Darby siempre utilizaba fotografías digitales para engrosar sus informes.
– ¿Cuánto tiempo llevamos trabajando juntos?
Cada uno cogió una prenda de ropa y empezó el lento y laborioso proceso de examinar el tejido bajo la luz de la lupa de aumento.
En el interior de los pantalones de deporte, Coop encontró un pelo largo y negro, y lo puso al microscopio. El pelo no tenía bulbo piloso, de modo que el análisis de ADN quedaba descartado. Dada la longitud, la textura y el color, lo más probable era que perteneciese a la propia Judith Chen. Metió el pelo en el interior de un sobre transparente de glassine y reanudó el examen.
La sudadera tenía restos de sangre. La forma de la mancha indicaba que Judith Chen, al igual que Emma Hale, había recibido un disparo en un momento dado y luego la habían transportado al lugar en que su cuerpo había sido arrojado al agua. Darby se preguntó si el asesino habría usado el mismo vehículo las dos veces. También se preguntó si Chen y Hale sabían que iban a morir. Dado el avanzado estado de descomposición de los cuerpos, era imposible determinar si alguna de las dos había forcejeado o luchado por su vida.
– Esto de aquí es interesante -observó Darby.
Con un par de pinzas, señaló una mancha pálida y diminuta en el hombro derecho de la sudadera.
– ¿Qué es? -preguntó Coop.
– Parece maquillaje.
– ¿Qué es eso que os ponéis las chicas en la cara y en los pómulos?
– Se llama base, y las chicas lo usan para uniformar el tono de la piel.
– Bueno, pues Chen se manchó con un poco de maquillaje en el hombro, ¿y qué?
– Fíjate en el sitio: está demasiado arriba. Ella no pudo haberse manchado así.
– A lo mejor se limpió las manos en la sudadera.
– Las mujeres nunca nos limpiamos las manos en la ropa, Coop.
– Me parece que podemos dar por hecho que se encontraba en circunstancias bastante poco favorables.
– Si quería limpiarse las manos, lo habría hecho en los pantalones o en la parte delantera de la sudadera. ¿Para qué limpiárselas tan arriba, a la altura de los hombros?
– Buena pregunta.
– Seguramente esto lleva una base de aceite.
– Ahora sí que me he perdido.
– El maquillaje tiene una base de aceite. Si fuese de agua seguramente no podríamos verlo, porque todo el tiempo que pasó en el puerto habría eliminado el rastro.
Darby pasó la luz de la lupa por la mancha.
– El color es demasiado claro -observó-. La piel de Chen era más oscura, no habría usado ese tono. Es más propio de las irlandesas de piel pálida.
– Emma Hale tenía la piel muy clara. A lo mejor era de ella.
– Y entonces, ¿cómo fue a parar al hombro de Judith Chen?
– A lo mejor el tipo que secuestró a Chen les hacía ponerse maquillaje.
– O a lo mejor ese mismo tipo usa maquillaje para disimular una cicatriz o alguna imperfección -dedujo Darby-. No me mires así, Coop. Conozco a un montón de hombres que usan corrector para disimular un grano o una cicatriz.
– ¿Te refieres a hombres como Tim Bryson?
– No creo que Tim use maquillaje.
– Pues va a cortarse el pelo a una peluquería cara de Newbury Street y además practica yoga.
– Pues para que lo sepas, el yoga es un ejercicio increíble. Deberías probarlo alguna vez.
– Yo sólo practico el levantamiento de pesas, amiga mía.
– Ya, pero ¿qué método prefieres?
– Lo siento, pero yo sólo tengo un método.
– Me alegro por ti. Me refería a la muestra: ¿espectrómetro de masas o FTIR?
Woodbury respondió a la pregunta.
– La biblioteca de la FTIR es mejor.
Darby asintió. Pese a que el espectrómetro de masas podía aislar los componentes de una muestra, la Espectrometría de Infrarrojos por Transformada de Fourier era un test más sofisticado, capaz de determinar los componentes orgánicos e inorgánicos hallados en una muestra y compararlos con su biblioteca en busca de una «huella molecular».
Darby tomó varios primeros planos de la mancha con la cámara y luego preparó la muestra.
– Seguiré trabajando con la ropa, a ver si puedo encontrar la huella en el bolsillo del pantalón -dijo Coop-. Vosotros dos, pasadlo bien, chicos.
La FTIR no había conseguido encontrar una coincidencia única en su biblioteca de maquillajes, pero eso no significaba que no existiese. El éxito del sistema de FTIR del laboratorio dependía de la extensión de su biblioteca.
En la pantalla del espectrómetro aparecía un gráfico de barras con la lista de las distintas propiedades químicas de la muestra.
– Hay una elevada concentración de dióxido de titanio -señaló Woodbury-. También aparece parafina líquida, cera alba, talco, palmitato de isopropilo, carbonato de magnesio, alantoína, propilparabeno y cera de carnauba. Y una sustancia que aparece como desconocida. Vamos a asegurarnos de que tenemos la última versión de la biblioteca de maquillajes.
Woodbury comprobó el sistema; la biblioteca de maquillajes había sido actualizada a principios del mes anterior. Comprobó si había alguna actualización adicional para descargarla, pero no la había.
– A lo mejor no es maquillaje -sugirió Darby.
– Todos son componentes químicos que se encuentran en el maquillaje, pero ¿de qué marca? -Sin apartar la vista del monitor, Woodbury se recostó en su asiento mientras se pasaba la mano por el vello rasurado de la nuca-. El problema es la sustancia que aparece como desconocida: está confundiendo al sistema. Primero tendremos que aislarla.
– ¿Podría la FTIR darnos una lista de posibles marcas?
– Podría, pero estaríamos hablando de centenares de muestras. El nivel del dióxido de titanio es interesante.
– ¿Por qué? ¿Qué significa?
– Es muy alto -respondió Woodbury-. El maquillaje, y eso engloba tanto las bases de maquillaje como los productos que se usan para camuflar los granos o las cicatrices, contiene trazas de dióxido de titanio, mica y óxidos de hierro. Aquí tenemos un nivel de dióxido de titanio más alto de lo normal. ¿Tenía Chen cicatrices en la cara?
– No lo creo. Podría volver a examinar las fotos.
– ¿Usaba maquillaje?
– Tenía algunos cosméticos en el armario del baño.
– Si dispusiera del maquillaje que utilizaba, podría tomar unas muestras y compararlas con lo que tenemos aquí.
– Me encargaré de que te llegue.
– ¿Te vas a encargar tú misma de traerlo o vas a enviar a alguien a buscarlo?
– ¿Por qué lo preguntas?
– No sé cómo decir esto sin que suene sexista, así que lo diré sin rodeos: tú eres una mujer.
– Gracias por haberte dado cuenta -dijo Darby.
– Lo que quiero decir es que tú estás más familiarizada con el maquillaje que, por ejemplo, un patrullero, que sería capaz de hurgar en su armario del baño o en su neceser de maquillaje y pasar algo por alto. Por lo que hemos descubierto hasta ahora, esta muestra podría ser una crema para los granos con color.
– Entendido. Yo misma recogeré las muestras.
– Por otro lado, podríamos estar hablando de una o de más muestras distintas de maquillaje, lo que significa que tal vez se trate de dos marcas distintas. No estaría mal que consiguieras también una muestra del maquillaje de Emma Hale. Si ambas chicas estuvieron encerradas en el mismo lugar, cabe la posibilidad de que Chen usase uno de los productos de Hale.
– ¿Cómo vas a identificar la sustancia desconocida?
– Veré lo que puedo hacer.
Esa era la forma que tenía Woodbury de decir que quería quedarse a solas para pensar. Darby sabía que no le gustaba trabajar con alguien todo el rato encima de él haciéndole preguntas.
– Iré a buscarte el maquillaje -dijo Darby.
Estaba en su despacho poniéndose el abrigo cuando recibió una llamada de la recepción de la comisaría.
– Tengo aquí a una mujer que se llama Tina Sanders y que quiere hablar con usted -le comunicó el sargento.
El nombre no le sonaba en absoluto.
– ¿Qué quiere? -preguntó Darby.
– Dice que tiene usted información sobre su hija desaparecida, Jennifer. Le he sugerido que vaya a Personas Desaparecidas, pero asegura que el detective con el que habló le dijo que hablara sólo y directamente con usted, y con ninguna otra persona.
– ¿Cómo se llama el detective?
– Espere. -El sargento habló un momento en un murmullo y luego volvió a ponerse al aparato-. No sabe cómo se llama pero dice que trabajaba con usted en el caso del Sinclair. ¿Eso le dice algo?
– Hágala subir -le pidió Darby.