Capítulo 35

En el pasillo, esperando el ascensor, Branson miró la puerta de Mark Warren, para asegurarse de que estaba cerrada.

– ¿A qué venía eso, el tema del coche? -preguntó entonces.

Cuando entraron en el ascensor, Grace pulsó el último botón, marcado con una «S». Aún estaba sumergido en sus pensamientos, por lo que no respondió.

Branson se quedó mirándolo.

– Este tipo me da mala espina. ¿Tú has notado algo?

Grace siguió callado.

– Deberías haber pulsado la «B», planta baja. Es por donde hemos entrado.

Grace salió al aparcamiento subterráneo y Branson le siguió. El lugar era seco, y la iluminación, tenue; olía ligeramente a aceite de motor. Pasaron por delante de un Ferrari, un Jaguar sedán, un Mazda deportivo y un Ford sedán pequeño; luego por un par de plazas vacías hasta que Grace se detuvo delante de un flamante todoterreno plateado BMW X5. Examinó atentamente el coche. En el chasis todavía había gotas de lluvia.

– Unas máquinas guapas -dijo Branson-, pero no tienen mucho espacio detrás. Un Range Rover o un Cayenne tienen más.

Grace escudriñó las ruedas, luego se arrodilló y miró debajo de una solera de la puerta.

– Cuando estuve aquí anoche -dijo- y bajé a buscar mi coche hacia la una menos cuarto de la madrugada, entró un BMW, cubierto de barro. Me fijé porque me pareció poco corriente. No se ve a menudo un cuatro por cuatro sucio en el centro de Brighton. La mayoría los llevan madres que van de compras.

– ¿Estás seguro de que era este coche?

Grace se dio un golpecito en la cabeza.

– La matrícula.

– Tu memoria fotográfica… ¿Aún te funciona a tu avanzada edad?

– Aún funciona.

– ¿Qué opinas?

– ¿Y tú?

– Un ataúd perdido. Un bosque. Un coche cubierto de barro. Un padrino que es el único superviviente y que quiere hablar con su abogado. Una cuenta bancaria en las islas Caimán. Algo me huele mal.

– No huele mal, apesta.

– ¿Y ahora qué?

Grace sacó el brazalete de cobre de su bolsillo y lo levantó.

– Esto.

– ¿De verdad?

– ¿Se te ocurre una idea mejor?

– Interrogar a Mark Warren en comisaría.

Grace negó con la cabeza.

– Este tipo es listo. Tenemos que serlo más que él.

– ¿Ir a ver a un zahori con un péndulo es ser más listo?

– Confía en mí.

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