Más tarde, en la habitación, tumbados desnudos en la cama con una docena de velas perfumadas prendidas a su alrededor, con Norah Jones cantando en el equipo de música, Ashley encendió un cigarrillo y luego lo acercó a los labios de Mark, que dio una gran calada.
– Gill tiene razón -dijo Mark-. Creo que no deberías ir a la iglesia y, sin duda, no deberías seguir adelante con el banquete.
Ashley negó con la cabeza enérgicamente.
– Sí que deberíamos. ¿No lo ves? Me presentaré en la iglesia… -Hizo una pausa para dar una calada, luego expulsó el humo despacio, deliciosamente, hacia el techo-. Todo el mundo me verá, la pobre novia abandonada, y les daré muchísima pena a todos.
– No estoy seguro de si estoy de acuerdo; podría salimos el tiro por la culata.
– ¿Cómo?
– Bueno… Pueden creer que eres insensible, por insistir en seguir adelante, que no respetas a Pete, Luke, Josh y Robbo. Tienen que vernos a los dos comportándonos como si nos importaran.
– Hemos estado en contacto con sus familias. Les hemos escrito cartas a todas, estamos haciendo todo lo correcto. Llevamos tres días hablando de la boda. ¡Vamos a seguir adelante! Tenemos que pagar el puto catering hagamos lo que hagamos, así que será mejor que nos preocupemos por las personas que hagan el esfuerzo de venir. Seguramente no serán muchas, pero es lo mínimo que podemos hacer, ¿no?
Mark le cogió el cigarrillo y dio una gran calada, inhalando el humo hasta el fondo de sus pulmones.
– Ashley, la gente lo entendería. Llevas tres días mareándome con tu lógica y no has escuchado nada de lo que te he dicho. Creo que cometes un gran error.
– Confía en mí -dijo Ashley. Le lanzó una mirada furibunda-. No vayas a rajarte ahora.
– Dios santo, no me estoy rajando… Yo sólo…
– ¿Quieres echarte atrás?
– No me estoy echando atrás.
– Vamos, socio, ¡sé fuerte!
– Soy fuerte.
Ashley se deslizó por el cuerpo de Mark y se acurrucó en su vello púbico, el pene flácido contra su mejilla.
– Yo no llamaría fuerte a esto -dijo ella juguetonamente.