Capítulo 59

Desnudo excepto por la toalla que llevaba alrededor de la cintura, Mark salió de la ducha y entró en el vestuario del gimnasio. Había sudado la gota gorda haciendo ejercicio, pero había sido un partido de tenis pésimo. Había jugado muy mal contra su oponente habitual de los domingos por la mañana, un banquero de inversiones mitad danés mitad americano de piel olivácea y determinación nervuda llamado Tobias Kormind. No solía vencer a Tobias, pero normalmente le ganaba un set. Hoy, distraído e incapaz de concentrarse, sólo había conseguido arañar un par de juegos en todo el partido.

A Mark le gustaba Tobias porque nunca había formado parte del reducido círculo de viejos amigos de Michael. Y Tobias, que tenía una mente creativa y buenos contactos en el mundo bancario de Londres, le había dado a Mark ideas inteligentes para ampliar Inmobiliaria Doble M más allá de los límites de Brighton y convertirla en un imperio inmobiliario internacional; pero Michael nunca había querido ni oír hablar del tema. Nunca vio motivo para arriesgarse. Él sólo quería continuar por el camino lento y pesado por el que avanzaban: urbanización tras urbanización, vendían una y luego pasaban a la siguiente.

Tobias le dio una palmadita amistosa en la espalda.

– Supongo que no tenías la cabeza para partidos esta mañana, ¿eh?

– Supongo que no, lo siento.

– Bueno, esta semana te han pasado cosas terribles. Has perdido a cuatro de tus mejores amigos y tu socio ha desaparecido. -Tobias, que estaba en pie y desnudo, se secó el pelo con la toalla enérgicamente-. ¿Qué está haciendo la policía? Tienes que estarles encima, ¿sabes? Insistirles, como hace todo el mundo. Seguramente, estarán hasta arriba de trabajo y reaccionarán mejor con la gente que los presiona.

Mark sonrió.

– Ashley es una chica muy tenaz. Les está haciendo pasar las de Caín.

– ¿Cómo está?

– Va tirando, más o menos. Ayer fue difícil para ella. Algunas personas a las que no había podido localizar fueron a la boda.

Tobias no conocía ni a Michael ni a Ashley, así que no pudo añadir mucho más.

– Pinta mal, si no se presentó a la boda.

Mark asintió e introdujo la llave en la puerta de la taquilla. Al abrirla, su móvil, que había guardado dentro, sonó dos veces. La pantalla le informó de que tenía cuatro mensajes de voz.

Tras disculparse con Tobias y alejarse de él unos pasos, los escuchó. El primero era de su madre. Le preguntaba si había novedades y le recordaba que no se retrasara para la comida de hoy domingo, ya que por la tarde iba a un concierto. El siguiente era de Ashley, y parecía preocupada: «¿Mark? ¿Mark? Bueno, supongo que estarás jugando. Llámame en cuanto escuches el mensaje». Luego, otro de Ashley: «Soy yo, otra vez». El cuarto también era de Ashley: «Mark…, por favor, llámame. Es muy urgente».

Alejándose aún más de Tobias, sintió que se ponía pálido. ¿Había aparecido Michael?

Se había pasado toda la noche pensando, intentando imaginar cómo había salido Michael del ataúd y qué le diría si se encaraba con él. ¿Se creería Michael que él no sabía nada del plan? Lo único que hacía falta era un mensaje en la Palm de Michael. Mark -y los otros- le habían mandado varios, en los que le tomaban el pelo sobre la despedida de soltero.

Llamó a Ashley, temiéndose lo peor. Parecía afligida y, al mismo tiempo, extrañamente formal -supuso que por si alguien había pinchado los teléfonos.

– Yo… No sé exactamente qué está pasando -dijo-. Hace una media hora me ha telefoneado una detective joven llamada Emma-Jane no sé qué, eh… -Se quedó callada un momento. Mark oyó un movimiento de papeles y luego su voz otra vez-. La detective Boutwood. Me ha preguntado si Michael llevaba un pendiente. Le he dicho que llevaba uno cuando empezamos a salir, pero que hice que se lo quitara porque creía que perjudicaba su imagen.

– Y tenías razón -contestó Mark.

– ¿Crees que se lo podría haber puesto para la despedida de soltero?

– Es posible. Ya sabes que siempre le ha gustado vestirse un poco macarra cuando sale. ¿Por qué?

– Acaba de llamarme otra vez esa detective. Han encontrado un cadáver que encaja con la descripción de Michael en el bosque que hay cerca de Crowborough.

Se echó a llorar. Era una gran actuación si alguien estaba escuchando su conversación.

– Dios santo -dijo Mark-. ¿Están seguros de que es él?

– No lo sé -dijo entre sollozos profundos y entrecortados-. Le han pedido a la madre de Michael que vaya al depósito a identificar el cadáver. Acaba de llamarme para pedirme que la acompañe. Quiere que vayamos en cuanto podamos.

– ¿Quieres que vaya? Podría llevaros a las dos.

– ¿No te importa? Yo… No creo que pueda conducir y Gill tampoco, está destrozada. Dios mío, Mark, esto es horrible -dijo y se echó a llorar otra vez.

– Ashley, llegaré en cuanto pueda. Pasaré a recoger primero a Gill, vive más cerca, y luego a ti. Estaré contigo dentro de media hora.

Ashley lloraba tan desesperadamente que Mark no estaba seguro de si le había oído.

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