Capítulo 87

– Acaban de saltarse una barrera policial en la rotonda de Beddingham -informó a Grace el funcionario de operaciones, Jim Robinson- y ahora se dirigen al oeste por la A 27. Su siguiente opción de desvío es la rotonda que está a kilómetro y medio, donde pueden elegir girar a la derecha hacia Lewes o a la izquierda hacia Kingston.

– ¿Tenemos a alguien en la rotonda?

– Una moto está de camino, puede que llegue a tiempo.

– Una moto no sirve de nada. Hay que cerrarles el paso. Al menos no van en un coche rápido, así que podremos cogerles. Necesitamos cuatro coches. ¿Dónde están los cuatro más cercanos?

– Tenemos dos en dirección al cruce de la A 23: uno desde Lewes, tiempo estimado de llegada: cuatro minutos; uno desde Shoreham, tiempo estimado de llegada al cruce de la A 23 con la A 27: tres minutos. Aquí en Sussex House hay dos coches preparados para salir y viene otro de Haywards Heath, tiempo estimado de llegada: dos minutos.

– ¿El helicóptero los ha perdido de vista?

– Está justo encima de ellos.

Grace cerró los ojos un momento para visualizar la carretera. Ahora mismo, los malos, fueran quienes fueran -y la sospecha que tenía sobre quién era uno de los dos era muy fundada-, habían cometido el error de elegir la carretera que Grace cogía todos los días para ir al trabajo y volver. Seguramente, era la carretera que conocía mejor del planeta. Se sabía todos los desvíos, todas las oportunidades, y teniendo en cuenta que iban en un vehículo con capacidades de cuatro por cuatro, y aunque el terreno estaba bastante empapado por las lluvias recientes, tendrían muchas opciones de salir de la carretera e ir campo a través si querían.

– ¿Podemos añadir un par de todoterrenos de la policía? -dijo Grace-. Que se coloquen lo más cerca posible del cruce de la A 27 con la A 23.

Miró su reloj. Las dos menos cuarto. Martes. Habría bastante tráfico y había que pensar en los otros usuarios de la vía. La policía había tenido muy mala prensa en los últimos años por culpa de persecuciones temerarias que habían provocado algunas víctimas inocentes. Esta persecución tenía que ser lo más segura posible dadas las circunstancias.

Cerrarles el paso sería lo mejor: un coche delante, otro detrás, uno a cada lado y obligarles despacio a reducir la velocidad. Sería el clásico final feliz.

Salvo que no conocía muchos finales felices desde que ya era mayorcito para creer en cuentos de hadas.

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