Capítulo 85

De vuelta en el centro de investigaciones, Nick Nicholl, de repente, gritó a Grace.

– ¡Roy! ¡Línea siete, cógelo, cógelo!

Grace pinchó el botón, descolgó el auricular y se lo llevó a la oreja.

– Roy Grace -dijo.

Era un sargento de la comisaría de policía de Brighton llamado Mark Tuckwell.

– Roy -dijo-, ¿el Mercedes sobre el que has emitido una alerta, un sedán azul: Lima-Juliet-Cero-Cuatro-Papa-Exray-Lima?

– Sí.

– Acaba de verse implicado en un accidente en Newhaven. Los ocupantes, un hombre y una mujer, han robado un vehículo.

Grace se sentó muy erguido: el teléfono pegado a la oreja; una subida de adrenalina.

– ¿Han cogido rehenes?

– No.

– ¿Tenemos descripciones de las dos personas?

– De momento, no son muy buenas. El hombre es bajo y fornido, caucásico, con el pelo rapado, unos cuarenta y cinco años; la mujer tiene el pelo corto y oscuro, entre veintiocho y treinta y pocos años.

– ¿Qué datos tienes sobre el vehículo que se han llevado? -preguntó cogiendo un bolígrafo.

– Un Land Rover Freelander, verde: Whisky-Siete-Nueve-Seis-Lima-Delta-Yanqui.

– ¿Ha habido ya algún contacto con el coche? -preguntó Grace mientras garabateaba la información.

– Aún no.

– ¿Cuánto hace exactamente que lo cogieron?

– Diez minutos.

Grace se quedó pensando unos momentos. Diez minutos. Se podía ir muy lejos en diez putos minutos. Le dio las gracias al sargento y le dijo que lo llamaría dentro de un par de minutos y que mantuviera la línea libre.

Luego, Grace informó rápidamente a su equipo.

– Nick, haz llegar los datos del vehículo a todos los condados vecinos -le dijo a Nick Nicholl mientras le pasaba los datos del vehículo-. A Surrey, Kent, Hampshire… y también a la Met. ¡Ya!

Se quedó pensando un momento. Las carreteras al este de Newhaven iban a Eastbourne y a Hastings. Al norte estaban las carreteras que llevaban al aeropuerto de Gatwick y a Londres. Al oeste estaba Brighton. Lo más probable, si seguían con el Land Rover, es que se dirigieran al norte.

– Bella -le dijo a la sargento Moy-, que salga el helicóptero. Como suponemos que estarán alejándose de la zona, que cubra las carreteras entre 15 y 25 kilómetros al norte de Newhaven.

– Bien.

– Cuando acabes con eso, monta una guardia en todas las cámaras de circuito cerrado de las estaciones de tren de la zona, por si intentan abandonar el coche y subirse a un tren.

Bebió un trago de agua.

– Emma-Jane, llama al Departamento de Vigilancia de Carreteras y que algunos vehículos salgan de inmediato hacia la A 23 a la caza de este coche. Después, alerta a la policía del puerto de Newhaven y de los aeropuertos de Gatwick y Shoreham.

Repasó mentalmente la lista: estaciones, puertos marítimos, aeropuertos, carreteras. Sabía que, a menudo, cuando alguien robaba un coche, sólo lo utilizaba durante una distancia corta. Luego lo abandonaba y cogía otro.

– Glenn -dijo-, que peinen todos los alrededores de Newhaven. Hay que asegurarse de que aún no han abandonado el coche. Que también vayan un par de los coches patrullas que tenemos aquí de guardia.

– Ahora me encargo.

Grace llamó a la sala de operaciones y les informó de que asumía el mando del incidente. El funcionario que contestó le dijo que acababa de llegar una novedad. Un vehículo que encajaba con la descripción había rozado varios coches en un semáforo al adelantarles por la acera para llegar al puente giratorio de Newhaven segundos antes de que se abriera. Era una información de hacía dos minutos.

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