Capítulo 99

Sábado, 17 de enero de 2010

En la sala de monitores de la Sussex Remote Monitoring Services, Dunstan Christmas movió sus ciento veinticinco kilos sobre la silla, con cuidado de no levantar el peso del todo para no activar el sensor de alarma. Solo eran las siete y media de la tarde. Mierda. Aún hora y media más hasta el momento de su pausa de cinco minutos.

No le tocaba turno de noche hasta dos semanas más adelante, pero había aceptado cubrir el turno de un compañero enfermo porque necesitaba el dinero de las horas extras. Las horas pasaban lentísimas; casi daba la impresión de que el tiempo se hubiera parado. A lo mejor incluso iba hacia atrás, como en una película de ciencia ficción que había visto recientemente en Sky. Iba a ser una noche muy larga.

Pero pensar en el dinero que estaba ganando le alegraba. El señor Starling sería un tipo raro, pero pagaba bien. La paga era buena; mucho mejor que en su trabajo anterior, en el que se dedicaba a escanear maletas en el aeropuerto de Gatwick.

Se echó adelante, agarró un puñado de Doritos de la bolsa de tamaño gigante que tenía enfrente, se los metió en la boca y los empujó con un buen trago de Coca-Cola de una botella de dos litros; luego eructó. Al pasar la vista de forma rutinaria por las más de veinte pantallas, con la mano cerca del botón del micrófono por si descubría algún intruso, observó que una que llevaba muerta desde que había empezado su turno seguía sin mostrar ninguna imagen. Era la vieja planta cementera de Shoreham, donde su padre había trabajado como transportista. Apretó el mando para cambiar la imagen de la pantalla, por si se trataba únicamente de un fallo en alguna de las veintiséis cámaras de la instalación. Pero la pantalla seguía en blanco. Cogió el teléfono y llamó al ingeniero del turno de noche.

– Hola, Ray. Soy Dunstan, de la sala de monitores 2. No tengo imagen en la pantalla 17 desde que he empezado el turno.

– Son instrucciones del señor Starling -respondió el ingeniero-. El cliente no paga. Parece que hace ya cuatro meses. El señor Starling ha suspendido el servicio. No te preocupes.

– Vale, gracias -respondió Dunstan Christmas-. Me quedo más tranquilo.

Y siguió comiendo Doritos.

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