Capítulo 29

Martes, 30 de diciembre de 1997

Rachael yacía inmóvil en el suelo de la furgoneta. A él le dolía el puño en el punto en el que había impactado con la cabeza de la chica. Le dolía tanto que se temía que se hubiera podido romper un par de dedos. Apenas podía mover el pulgar y el índice.

– Mierda -dijo, sacudiendo la mano-. Mierda, joder, mierda. ¡So zorra!

Se quitó el guante para examinarse los dedos, pero era difícil ver nada bajo la tenue luz del piloto interior de la furgoneta.

Entonces se arrodilló a su lado. Al golpearla había oído un fuerte chasquido. No sabía si se había roto un hueso de la mano o si habría sido la mandíbula de ella. No parecía que respirara.

Asustado, apoyó la cabeza contra el pecho de ella. Sentía movimiento, pero no estaba seguro de si era suyo o de ella.

– ¿Estás bien? -preguntó, en un arranque de pánico-. ¿Rachael? ¿Estás bien? ¿Rachael?

Volvió a ponerse el guante, la agarró por los hombros y la zarandeó.

– ¿Rachael? ¿Rachael? ¿Rachael?

Sacó una pequeña linterna del bolsillo y la enfocó hacia su cara. Tenía los ojos cerrados. Le levantó un párpado, que se volvió a cerrar al soltarlo.

Su pánico iba en aumento.

– ¡No te me mueras, Rachael! No te me mueras. ¿Me oyes? ¿Me oyes, joder?

Por la boca empezaron a salirle unas gotas de sangre. -¿Rachael? ¿Quieres beber algo? ¿Quieres que te traiga algo de comer? ¿Quieres un McDonald's? ¿Un Big Mac? ¿Una hamburguesa con queso? ¿O un bocadillo? Puedo traerte un bocadillo. ¿Eh? Dime de qué lo quieres. ¿De chorizo picante? ¿Algo con queso fundido? Esos son muy buenos. ¿Atún? ¿Jamón?

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