Capítulo 38

Martes, 6 de enero de 1998

– ¿Funciona? -preguntó.

– Sí, claro que funciona. No la vendería si no, ¿qué se cree? -respondió el otro, mirando a aquel hombre delgado vestido con un mono marrón como si acabara de ofenderle en lo más profundo-. Aquí todo funciona, colega. ¿Vale? Si quieres basura, puedo indicarte otro sitio, subiendo la calle. Aquí solo trabajo con calidad. Todo funciona.

– Eso espero.

Se quedó mirando el arcón congelador blanco encajado entre las mesas de escritorio, las sillas de oficina y los sofás puestos en vertical en la parte trasera de aquel enorme emporio de muebles de segunda mano de Lewes Road.

– Tiene treinta días de garantía. Durante el próximo mes, si hay algún problema, me lo devuelves. Sin problemas.

– ¿Pides cincuenta libras?

– Sí.

– ¿Qué descuento me haces?

– Aquí todo tiene el descuento aplicado.

– Te doy cuarenta.

– ¿En efectivo?

– Ajá.

– ¿Te lo llevas tú? Por ese precio no entrego a domicilio.

– ¿Me echas una mano?

– ¿Esa furgoneta de fuera es la tuya?

– Sí.

– Pues más vale que nos pongamos en marcha. Ahí viene un guardia.


Cinco minutos más tarde se puso al volante de la Transit, unos segundos antes de que llegara el guardia. Arrancó el motor y abandonó el sitio donde había aparcado, en zona de doble línea amarilla. Oyó el ruido metálico de su nueva compra al botar sobre la arpillera, única cobertura que había sobre la base de metal, y momentos más tarde oyó cómo se deslizaba al frenar de golpe, obligado por el tráfico de la rotonda.

En caravana, pasó por Sainsbury's, luego giró a la izquierda en el semáforo, pasó bajo el viaducto y siguió en dirección a Hove, hacia el garaje donde yacía la joven.

La joven que le miraba desde la portada del Argus, en cada quiosco, bajo el anuncio «¿Ha visto a esta persona?». Seguido de su nombre: Rachael Ryan.

Él asintió.

– Sí, sí que la he visto.

«¡ Sé dónde está!»

«¡Está esperándome!»


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