Capítulo 60

Lunes, 12 de enero de 2010

La actitud con que Kevin Spinella entró en el despacho de Grace unos minutos antes de la hora fijada, cogió una silla sin que nadie se la ofreciera y se sentó resultaba insolente. Spinella siempre le irritaba, y al mismo tiempo aquel ambicioso y joven reportero tenía unas cualidades que, muy a su pesar, Roy admiraba en secreto.

El tipo se recostó con aire despreocupado en la silla, al otro lado de la mesa de Grace, con las manos en los bolsillos de su gabardina. Debajo llevaba un traje con la corbata mal anudada. Era un tipo de unos veinticinco años, enjuto, con ojos vivos y el cabello negro y fino, engominado y formando finos pinchos. Sus afilados dientes, como siempre, estaban muy ocupados dando cuenta de un chicle.

– Bueno, ¿qué tiene para mí, superintendente?

– Tú eres el que se entera de todo -respondió Grace, poniéndolo a prueba-. ¿Qué tienes tú para mí?

El periodista ladeó la cabeza.

– He oído que el Hombre del Zapato ha vuelto a las andadas.

– Dime, Kevin, ¿quién es tu fuente?

El periodista sonrió y se dio un par de golpecitos en el lado de la nariz con el dedo.

– Lo descubriré. Lo sabes, ¿verdad? -dijo Grace, con un tono grave.

– Pensaba que me había llamado porque quería hacer negocios.

– Y quiero.

– Entonces…

Grace mantuvo la calma como pudo y decidió dejar el tema de las filtraciones por el momento.

– Quiero que me ayudes -dijo, cambiando de tema-. Si te cuento algo off the record, ¿me das tu palabra de que te lo guardarás hasta que te diga que puedes usarlo? Necesito que me des la máxima garantía.

– ¿No se la doy siempre?

«No, no siempre, la verdad», pensó Grace. Aunque tenía que reconocer que el último año Spinella se había portado muy bien.

– Habitualmente -admitió.

– ¿Y qué gana con ello el Argus?

– Posiblemente el reconocimiento por su colaboración en la caza al violador. Desde luego, te puedo dar una entrevista luego y mencionarlo.

– ¿Solo hay un violador, entonces? -preguntó Spinella, con intención.

«Mierda», pensó Grace, preguntándose de dónde había sacado aquello. ¿Quién habría especulado sobre aquello fuera de la reunión? ¿Sería uno de los miembros de su equipo? ¿De dónde lo había sacado?

La rabia creció en su interior. Pero la expresión en el rostro del periodista dejaba claro que no le sacaría nada. De momento tenía que aparcar aquello.

– En este punto creemos que el responsable de todas las agresiones es solo uno.

Los ojos inquietos de Spinella le decían que no le creía. Grace hizo caso omiso.

– Bueno, este es el trato -prosiguió. Vaciló un instante, consciente de que estaba jugándosela-. Tengo dos exclusivas para ti. La primera no quiero que la publiques hasta que te lo diga; la segunda me gustaría que la difundieras enseguida. No voy a decir nada sobre ellas en la conferencia de prensa.

Hubo un breve silencio en el que ambos hombres cruzaron miradas. Por un momento Spinella dejó de mascar.

– ¿Trato hecho? -preguntó Grace.

Spinella se encogió de hombros.

– Trato hecho.

– Vale. La primera, la que no debes publicar, es que creemos que podría haber otra agresión esta semana. Es probable que sea en algún lugar del centro, posiblemente en un aparcamiento.

– Una gran deducción, después de los tres ataques en las dos últimas semanas -replicó Spinella, sarcástico.

– Ya, estoy de acuerdo contigo.

– Eso no es una gran exclusiva. Podría haberlo predicho yo mismo.

– Haré que quedes bien si ocurre. Podrás escribir algo del tipo «Un oficial de la Policía había advertido al Argus de que la agresión era probable». Algo como lo que has hecho en otras ocasiones.

Spinella tuvo la decencia de sonrojarse. Luego se encogió de hombros.

– ¿Un aparcamiento? Entonces, ¿creen que está reproduciendo la misma secuencia de la otra vez?

– Así lo cree el psicólogo forense.

– El doctor Proudfoot tiene cierta fama de soltar predicciones infundadas, ¿no?

– Eso lo has dicho tú, no yo -respondió Grace, con un brillo en los ojos.

– ¿Y qué van a hacer para evitar el próximo ataque?

– Todo lo que podamos; cerrar el centro de Brighton al público en la medida de lo posible. Vamos a dedicarle todos los recursos que nos sea posible, pero sin dejarnos ver. Queremos atraparle, no ahuyentarlo y perderlo.

– ¿Cómo van a avisar a la gente?

– Espero que podamos contar con el apoyo de los medios en la rueda de prensa que celebraremos ahora mismo, y alertarlos de un modo genérico, no específico.

Spinella asintió, y luego sacó su cuaderno.

– Ahora dígame cuál es la que puedo publicar.

Grace sonrió y luego dijo:

– El agresor tiene la picha pequeña.

El periodista se quedó como esperando, pero Grace no dijo nada más.

– ¿Eso es todo?

– Eso es.

– ¿Está de broma?

El superintendente sacudió la cabeza.

– ¿Esa es mi exclusiva? ¿Que el agresor tiene la picha pequeña?

– Espero no estar poniendo el dedo en la llaga -respondió Grace.

Загрузка...