Capítulo 44

En la pantalla del ordenador del Multimillonario de Tiempo había un software que había programado él mismo. Mostraba relojes analógicos para ciudades en todos los husos horarios del mundo. Ahora la estaba mirando.

– Haciendo inventario -dijo de repente en voz alta, y el chiste le arrancó una sonrisa.

Por la ventana, veía que el amanecer comenzaba a iluminar el cielo de la ciudad de Brighton y Hove. Eran casi las cinco aquí en Inglaterra. Las seis en París. Las ocho en San Petersburgo. Las once en Bangladesh. La una de la tarde en Kuala Lumpur. Las tres de la tarde en Sydney.

Aquí la gente pronto empezaría a despertarse. Y en Perú se irían a la cama. Todo el mundo estaba supeditado al sol, excepto él. Él se había liberado. Ya no le importaba si era de día o de noche, si las bolsas del mundo estaban abiertas o cerradas, o los bancos, o lo que fuera.

Y tenía que agradecérselo a un hombre.

Pero ya no estaba resentido. Había guardado todo eso en otra caja, que era su pasado. En la vida había que ser positivo, tener objetivos. Había encontrado una página en internet que hablaba de cómo vivir más años. La gente que tenía objetivos vivía más, así de simple. Y para aquellas personas que alcanzaban sus objetivos… Bueno, ¡a su esperanza de vida le tocaba el gordo! ¡Y ahora él había conseguido dos metas! Poseía aún más tiempo, para despilfarrar en lo que quisiera.

Una espiral de vapor se elevaba de la taza de té a su lado. English Breakfast con un poco de leche. Cogió la cuchara y removió el té siete veces. Era muy importante para él remover el té, siempre, siete veces.

Centrando su atención de nuevo en el ordenador, introdujo la orden para abrir otro programa que había creado él mismo. Nunca le había satisfecho ninguno de los buscadores de internet -ninguno era lo bastante preciso para él-. Todos devolvían la información en la secuencia que querían ellos. El suyo, que enlazaba con los principales buscadores y exploraba en ellos, le conseguía rápidamente todo lo que quería.

Y en esos momentos, quería el manual de taller original de un Volkswagen Karmann Ghia del 66.

Luego se chupó el dorso de la mano derecha. El dolor empeoraba, la sensación punzante se acentuaba; aquel dolor le había despertado y después le había impedido volver a conciliar el sueño. Tampoco le gustaba demasiado dormir. Vio una ligera hinchazón alrededor que parecía afectar al movimiento del pulgar, aunque bien podían ser imaginaciones suyas. Y aún le escocía el pecho.

– Zorra -dijo en voz alta.

Entró en el baño, encendió la luz, se desabotonó la camisa, se abrió la parte delantera y arrancó el esparadrapo. Hacía unas horas una uña del pie larga le había marcado el pecho con aquel arañazo reciente, con sangre coagulada, de más de dos centímetros y medio.

Загрузка...