Capítulo 45

Viernes, 18 de marzo de 2005

Nueva Orleans

9:10 a.m.


Spencer llamó a la puerta de la habitación de su tía en el hospital. La oyó dentro, echándole la bronca a su médico. Sofocó una sonrisa. Patti insistía en que le dieran el alta. Exigía hablar con alguien de mayor autoridad. Alguien que de verdad hubiera acabado la carrera de medicina.

El médico conservó la calma, lo cual decía mucho en su favor. De hecho, parecía de buen humor.

Spencer entró en la habitación.

– Buenos días, tía Patti -dijo-. ¿Interrumpo algo?

– Sí -le espetó ella-. Le estaba diciendo a este mocoso…

– El doctor Fontaine -dijo él, acercándose con la mano tendida.

Spencer se la estrechó.

– Detective Spencer Malone. Sobrino, ahijado de la paciente y azote de la División de Apoyo a la Investigación.

Ella lo miró con cara de pocos amigos. Tenía buen aspecto, pensó Spencer. Parecía sana y fuerte. Así se lo dijo.

– Claro que estoy sana. Y fresca como una rosa.

– ¿Quieres que te saque de aquí? -le preguntó él.

– Cielos, sí.

El médico sacudió la cabeza, divertido.

– Se irá pronto, Patti, se lo prometo -le apretó un poco el hombro.

En cuanto el médico salió de la habitación, ella ordenó a Spencer que acercara una silla y se sentara. Quería noticias.

– ¿Recuerdas a Bobby Gautreaux, el sospechoso del asesinato de Cassie Finch?

– Claro, ese jovenzuelo era un gusano.

– El mismo -una sonrisa asomó a la boca de Spencer-. Esta mañana hemos recibido los resultados de las pruebas de ADN. El pelo que encontramos en la camiseta de Cassie era suyo.

– Excelente.

– Hay algo más. Cotejamos los resultados con la sangre que recogimos de la agresión que sufrió Stacy Killian en la biblioteca de la universidad, y encajan.

Ella abrió la boca como si se dispusiera a preguntarle algo más; Spencer levantó una mano para detenerla.

– Aún hay más. Compararon los resultados con las muestras de semen extraídas de las chicas violadas en la universidad. Y encajan.

Ella pareció complacida.

– Buen trabajo.

Spencer también lo creía.

– Stacy Killian estaba convencida de que el tipo que la atacó quería advertirle que no metiera la nariz en el caso Finch. Ahora se explica que fuera así.

– En aquel momento no la creíste.

– Entonces no teníamos los resultados de las pruebas de ADN de Gautreaux.

Su tía asintió con la cabeza.

– Dijiste que Killian le clavó el bolígrafo. Todavía debería tener la marca.

– La tiene. Hemos hecho fotografiar, por supuesto. En lo que se refiere a los homicidios de Finch y Wagner, si sumamos la huella de Gautreaux que encontramos en la escena del crimen, el cabello de Finch que recogimos en su ropa y las amenazas que le hizo a la chica, creo que tenemos un caso bastante sólido.

El señor Gautreaux iba a pasar el resto de su juventud entre rejas.

– Estoy de acuerdo. Pero te vas a reservar de momento la acusación de asesinato y vas a investigar las violaciones.

Spencer sonrió.

– Exacto. Debido a la naturaleza serial de sus crímenes, el juez le denegará la libertad bajo fianza y podremos recabar tranquilamente las pruebas para encerrarlo por asesinato con premeditación.

Su tía murmuró unas palabras de aprobación.

– Es absurdo poner en marcha el reloj judicial mientras no sea necesario. ¿Está ya detenido?

– Se están presentando los cargos en este preciso momento.

– Bien. ¿Qué me dices del caso del Conejo Blanco?

– Los naipes han muerto.

– Me he enterado. ¿Pistas?

– Estamos trabajando en una. El inventor del juego.

– Mantenme informada -suspiró y miró el reloj de la pared-. Maldita sea, estoy deseando salir de aquí.

– Ya no tardarás mucho. ¿Qué tal se las apaña el tío Sammy sin ti?

– Cena pizza todas las noches, el muy idiota. La próxima vez lo ingresarán a él con una arteria taponada.

Spencer se levantó, riendo, se inclinó y le dio un beso en la frente.

– Luego me pasaré por aquí.

– Espera -ella lo agarró de la mano-. ¿Has tenido algún problema? ¿Algún contratiempo?

Él sabía que se refería a si había tenido noticias de la División de Integridad Pública.

Sacudió la cabeza.

– No. Tony ha preguntado por ahí y nadie sabe nada. Pero tengo una extraña sensación en la nuca, como de un aliento caliente.

Ella comprendió lo que quería decir y asintió con la cabeza.

– Cíñete al reglamento, Malone. No te salgas ni un milímetro.

Él hizo un saludo reglamentario y salió. Al salir del ascensor en el piso bajo, sonó su teléfono. Miró la pantalla y vio que era Tony.

– Gordinflón.

– ¿Dónde estás?

– Acabo de ver a mi tía Patti. Ahora voy para la central.

– No te molestes. Vete a casa de los Noble.

Spencer se paró en seco. El cosquilleo que sentía en la nuca agudizó.

– ¿Qué pasa?

– Kay Noble ha desaparecido.

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