Domingo, 20 de marzo de 2005
7:35 p.m.
Los siguientes minutos pasaron en un torbellino. Malone había llamado a una ambulancia y a una unidad de criminalística. Informó a la central de que había una baja. Tony y Stacy condujeron a las dos mujeres fuera, a un coche.
Unos instantes después, Spencer se reunió con ellos.
– Todos vienen de camino. Incluida la ambulancia -se volvió hacia Kay-. ¿Se siente con fuerzas para contestar a unas preguntas, señora Noble?
Ella asintió con la cabeza, aunque Stacy notó que juntaba con fuerza las manos sobre el regazo, como si quisiera impedir que le temblaran o intentara darse ánimos.
– Estaba loco -comenzó a decir quedamente-. Obsesionado con Conejo Blanco. Alardeaba de lo listo que era, de cómo había jugado con todos nosotros. Incluso con Leo, el Conejo Blanco Supremo.
– Empiece por el principio -dijo Stacy con suavidad-. Por la noche que la secuestró.
– Está bien -ella miró a Alicia con preocupación y luego comenzó a hablar-. Llamó a mi puerta. Me preguntó si podía hablar conmigo. Le dejé pasar. No pensé… no… -se le quebró la voz; se llevó una mano a la boca, luchando visiblemente por dominarse-. Me resistí. Pataleé y arañé. Me golpeó. No sé con qué. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el maletero de un coche. Atada. Y que nos movíamos.
– ¿Qué pasó entonces, señora Noble?
– Me trajo aquí -tragó saliva-. Iba y venía. Me habló de… de la muerte…
Alicia comenzó a llorar. Kay le rodeó los hombros con el brazo y la apretó contra sí.
– Presumía de haber eliminado al Rey de Corazones.
– ¿A Leo?
Ella asintió con la cabeza y los ojos se le llenaron de lágrimas.
– A veces sólo divagaba.
– ¿Sobre?
– Sobre el juego. Sobre los personajes -se enjugó las lágrimas de las mejillas-. Su meta era matar a Alicia -dijo Kay-. Lo dispuso todo para observar cómo su personaje mataba a un jugador tras otro. Luego, cuando estuvieran todos eliminados, la mataría a ella -miró a Stacy-. A ti no conseguía atraparte. Y no podía matar a Alicia hasta que te eliminara a ti.
Y Alicia era el cebo para atraerla hasta allí.
– Ha habido otras Alicias -dijo la muchacha en voz baja-. Yo no era la primera.
La boca de Spencer se tensó.
– ¿Dónde? ¿Lo dijo él?
Las dos asintieron con la cabeza. Kay agarró la mano de su hija y se la apretó con fuerza.
– Pero ella era la definitiva. La verdadera Alicia. Nos encontró a través de entrevistas en Internet y de las nuevas publicaciones.
Llegó la ambulancia. Tony ayudó a Kay y a Alicia a subir. Stacy se quedó mirándolas un momento y luego se volvió hacia Spencer.
– ¿Cómo es posible que llegaras a tiempo? Estamos a dos horas de tu casa.
– No mientes tan bien como crees.
– ¿El chico que dejó caer los platos?
– No. Tu promesa de no hacer ninguna estupidez. Conseguí permiso para instalar un dispositivo de seguimiento por satélite en tu todoterreno.
– ¿Cómo conseguiste convencer al juez?
– Tergiversé un poco los datos.
– Supongo que debería enfadarme.
Él levantó una ceja.
– Tiene gracia, tengo la impresión de que soy yo quien debería enfadarse -se inclinó hacia ella y bajó la voz-. Ha sido una locura, lo sabes, ¿verdad?
Podría estar muerta. Lo estaría, si no fuera por él.
– Sí, lo sé. Gracias, Malone. Te debo una.