Capítulo 61

Domingo, 20 de marzo de 2005

7:35 p.m.


Los siguientes minutos pasaron en un torbellino. Malone había llamado a una ambulancia y a una unidad de criminalística. Informó a la central de que había una baja. Tony y Stacy condujeron a las dos mujeres fuera, a un coche.

Unos instantes después, Spencer se reunió con ellos.

– Todos vienen de camino. Incluida la ambulancia -se volvió hacia Kay-. ¿Se siente con fuerzas para contestar a unas preguntas, señora Noble?

Ella asintió con la cabeza, aunque Stacy notó que juntaba con fuerza las manos sobre el regazo, como si quisiera impedir que le temblaran o intentara darse ánimos.

– Estaba loco -comenzó a decir quedamente-. Obsesionado con Conejo Blanco. Alardeaba de lo listo que era, de cómo había jugado con todos nosotros. Incluso con Leo, el Conejo Blanco Supremo.

– Empiece por el principio -dijo Stacy con suavidad-. Por la noche que la secuestró.

– Está bien -ella miró a Alicia con preocupación y luego comenzó a hablar-. Llamó a mi puerta. Me preguntó si podía hablar conmigo. Le dejé pasar. No pensé… no… -se le quebró la voz; se llevó una mano a la boca, luchando visiblemente por dominarse-. Me resistí. Pataleé y arañé. Me golpeó. No sé con qué. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el maletero de un coche. Atada. Y que nos movíamos.

– ¿Qué pasó entonces, señora Noble?

– Me trajo aquí -tragó saliva-. Iba y venía. Me habló de… de la muerte…

Alicia comenzó a llorar. Kay le rodeó los hombros con el brazo y la apretó contra sí.

– Presumía de haber eliminado al Rey de Corazones.

– ¿A Leo?

Ella asintió con la cabeza y los ojos se le llenaron de lágrimas.

– A veces sólo divagaba.

– ¿Sobre?

– Sobre el juego. Sobre los personajes -se enjugó las lágrimas de las mejillas-. Su meta era matar a Alicia -dijo Kay-. Lo dispuso todo para observar cómo su personaje mataba a un jugador tras otro. Luego, cuando estuvieran todos eliminados, la mataría a ella -miró a Stacy-. A ti no conseguía atraparte. Y no podía matar a Alicia hasta que te eliminara a ti.

Y Alicia era el cebo para atraerla hasta allí.

– Ha habido otras Alicias -dijo la muchacha en voz baja-. Yo no era la primera.

La boca de Spencer se tensó.

– ¿Dónde? ¿Lo dijo él?

Las dos asintieron con la cabeza. Kay agarró la mano de su hija y se la apretó con fuerza.

– Pero ella era la definitiva. La verdadera Alicia. Nos encontró a través de entrevistas en Internet y de las nuevas publicaciones.

Llegó la ambulancia. Tony ayudó a Kay y a Alicia a subir. Stacy se quedó mirándolas un momento y luego se volvió hacia Spencer.

– ¿Cómo es posible que llegaras a tiempo? Estamos a dos horas de tu casa.

– No mientes tan bien como crees.

– ¿El chico que dejó caer los platos?

– No. Tu promesa de no hacer ninguna estupidez. Conseguí permiso para instalar un dispositivo de seguimiento por satélite en tu todoterreno.

– ¿Cómo conseguiste convencer al juez?

– Tergiversé un poco los datos.

– Supongo que debería enfadarme.

Él levantó una ceja.

– Tiene gracia, tengo la impresión de que soy yo quien debería enfadarse -se inclinó hacia ella y bajó la voz-. Ha sido una locura, lo sabes, ¿verdad?

Podría estar muerta. Lo estaría, si no fuera por él.

– Sí, lo sé. Gracias, Malone. Te debo una.

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