Capítulo 64

Martes, 12 de abril de 2005

4:10 p.m.


Llegaron Tony, Malone y dos coches patrulla. Stacy salió a recibirlos a la puerta, les explicó en pocas palabras lo sucedido y les dejó hacer su trabajo.

Se quedó junto a Alicia, pero entre tanto no dejó de imaginarse a los diversos equipos examinando el lugar de los hechos. Sabía qué cabía esperar. Por lo pronto, su Glock era ahora prueba material en un caso de homicidio. Tardaría algún tiempo en recuperarla. Además, necesitarían una declaración detallada tanto de ella como de Alicia.

Y tendrían que llamar al Servicio de Protección de la Infancia para que se hiciera cargo de Alicia.

Iba a costarle mucho separarse de la muchacha. No sabía si sería capaz.

Después de lo que le pareció una eternidad, aunque en realidad apenas había transcurrido una hora, Spencer salió a buscarlas. Se agachó delante de Alicia.

– ¿Te sientes preparada para contestar a unas preguntas?

La chica miró a Stacy con los ojos dilatados y expresión angustiada.

– ¿Puedo quedarme con ella? -preguntó Stacy.

Cuando Spencer contestó que sí, la muchacha exhaló un audible suspiro de alivio. Empezó por contarles cómo había encontrado el ordenador, cómo había descubierto la verdad y cómo le había hecho llegar el ordenador a Stacy y por qué.

Le tembló la voz cuando llegó a la parte más reciente de su relato.

– Debió de oírnos hablar. Stacy se fue y ella apareció en la puerta. Estaba… furiosa. Me llamó zorra ingrata.

Se aferró a la mano de Stacy.

– Entró corriendo en la habitación. Se abalanzó sobre mí como una loca. No sabía qué hacer -musitó con voz débil y trémula-. Me había… me había agarrado. Me arrastró hacia la ventana… Yo tenía la pistola. La pistola de Stacy. La agarré y… y…

Entonces se derrumbó, sollozando. Sin duda por la traición de su madre. Por la muerte de su padre. Y por la desesperación que se había adueñado de su propia vida, alterada para siempre.

A Stacy se le rompía el corazón. Abrazó a la niña mientras lloraba e hizo su declaración entrecortadamente.

Tony se acercó tranquilamente al lugar donde estaban sentados.

– Buenas noticias -dijo.

Todos levantaron la mirada. Aquellas palabras habían sonado extrañas. Inapropiadas y fuera de lugar. ¿Podía haber algo bueno en un día como aquél?

– Acabo de hablar con tu tía Grace, Alicia -dijo Tony-. Ha podido reservar un vuelo que sale esta noche. Llegará sobre medianoche. Se me ha ocurrido ir a buscarla.

– La tía Grace -repitió Alicia con un temblor en la voz.

Como si hubiera olvidado que aún le quedaba familia. Como si aquel recuerdo fuera el mayor regalo que podían hacerle en ese momento.

Spencer miró un instante a Stacy a los ojos.

– Vete a casa, Tony. Nosotros iremos a buscarla al aeropuerto. Los tres.


A medianoche, el aeropuerto de Nueva Orleans daba un poco de miedo. Una ciudad del tamaño de Nueva Orleans apenas recibía vuelos a esas horas de la noche. Sus pasos resonaban en la cavernosa terminal, en la que todas las tiendas y los quioscos permanecían cerrados, y cuyos mostradores sólo atendía un puñado de agentes de aspecto cansado.

Alicia apenas dijo nada, pero no se despegó de Stacy mientras aguardaban en un extremo de la terminal. Por suerte el vuelo de su tía llegó puntual. Alicia y ella se dieron un largo abrazo, aferrándose la una a la otra mientras lloraban. Stacy las condujo con la mayor delicadeza posible primero a recoger el equipaje y después al aparcamiento subterráneo.

– Nos hemos tomado la libertad de reservarle una habitación de hotel -dijo-. Si había previsto otra cosa…

– Gracias -dijo Grace-. No…, ni siquiera había pensado… Siempre me quedaba en…

Sus palabras se apagaron. Todos sabían lo que había estado a punto de decir.

Siempre se había quedado en casa de su hermano Leo.

Media hora después dejaron a Grace y a Alicia en el hotel. Stacy las acompañó dentro, se aseguró de que no había ningún problema con la reserva y regresó al coche.

Se abrochó el cinturón. Spencer la miró.

– ¿Dónde te llevo, Stacy?

Ella le sostuvo la mirada.

– No quiero estar sola, Spencer.

Él asintió con la cabeza y se apartó de la acera.

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