Hemos llegado al final de una gran aventura.
La escritura de este díptico me ha dado ocasión para reflexionar acerca del tema de la violencia. ¿De dónde procede? ¿Cuáles son sus cimientos, sus orígenes profundos? ¿Puede afectar a cualquiera y en cualquier momento? El síndrome E se interesa particularmente por la violencia en nuestra sociedad contemporánea y la manera en que se extiende entre los individuos del planeta, dejando de lado, voluntariamente, el factor cronológico. Calificaría ese procedimiento de «vertical»: dilución en el espacio y no en el tiempo. Con Gataca quería abordar el otro eje, el eje horizontal o cronológico, que abarca varios milenios. ¿Cómo ha evolucionado la violencia desde los primeros hombres hasta nuestra civilización moderna? ¿Por qué medios se propagó? ¿Genéticos o culturales?
Preparar y escribir estas dos historias ha sido una aventura difícil pero apasionante, que me ha permitido abordar temas tan increíbles como variados. Por hablar sólo de Gataca, espero haber logrado transmitir a los lectores, en estas páginas, el placer que experimenté al sumergirme en el universo de la antropología, la paleontología, la biología y sus múltiples ramas, a cuál más interesante.
La mayoría de los fenómenos científicos descritos en esta obra son verdaderos. Por increíble que pueda parecer, la lateralidad y la violencia están relacionadas. Eso no significa que los zurdos sean violentos, simplemente que son más numerosos en las sociedades violentas. La paleogenética permite hacer hablar a momias de varios miles de años de antigüedad. Aún no se ha explicado la extinción del hombre de Neandertal, pero la tesis del genocidio a manos del hombre de Cro-Magnon nunca ha sido descartada del todo. Lyuba, el bebé de mamut del que hablo brevemente, existe y su estado de conservación es impresionante. Toda la información relativa al ADN ha sido comprobada, en particular la presencia de una multitud de retrovirus fósiles en la larga cadena de nucleótidos que constituyen el llamado «ADN basura».
Las historias de coevolución o de carrera armamentística son fascinantes y se producen también, y de manera más evidente, entre los parásitos y sus huéspedes, pero ése es otro tema que podría incluso ser objeto de otro libro. En cuanto a la última parte, relativa a esa tribu amazónica y los experimentos de los que podría haber sido víctima…, léase El saqueo de El Dorado: cómo científicos y periodistas han devastado el Amazonas, de Patrick Tierney, o búsquese en Internet, y podrán formarse una opinión al respecto. Verán que realidad y ficción no están tan lejos como parece.
Por razones de ritmo, he simplificado a propósito las explicaciones sobre los mecanismos complejos de los organismos humanos, en particular sobre la codificación de las proteínas, el comportamiento de los genes y los modos de replicación de los retrovirus. Como digo en la novela, GATACA posee una verdadera estrategia que funciona en todas las posibilidades, sea cual sea la generación. Para ello hubieran sido necesarias muchas páginas, así que quizá algún día les contaré más sobre ello de viva voz, en un futuro encuentro.
En cuanto a los zurdos que lean mi novela… ¡espero que esta historia les haya planteado un gran interrogante!
Para los curiosos a los que les interese la Evolución y la comprensión de ciertos misterios, sugiero los apasionantes libros de Jared Diamond (El tercer chimpancé: origen y futuro del animal humano), Yves Coppens, Richard Dawkins (en especial El gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta) y, evidentemente, Charles Darwin, cuya obra El origen de las especies debería ser recomendada por todos los profesores de biología. En un tono más ligero, les aconsejo también la lectura de Cro-Magnon toi-même, de Michel Raymond, que da una excelente idea acerca de qué es la biología evolutiva. ¡Fue de ese libro de donde saqué la idea de los «bebedores de leche»!
Y ahora los personajes… Los lectores que ya conocen a Lucie Henebelle y a Franck Sharko desde ya hace muchos años se habrán dado cuenta de que su trayectoria no es fácil (es lo menos que cabe decir). Sin embargo, hay algo que he comprendido ahora y que es uno de los principales motores de mi escritura: construir buenos personajes es tan importante como crear una buena historia. Como diría un buen especialista en biología evolutiva (!), los conejos corren más deprisa que los zorros simplemente porque corren para sobrevivir. Franck y Lucie corren para sobrevivir, y es en el sufrimiento, la contradicción y la lucha donde mejor se expresan. Me gustan así, y deseo que me sigan acompañando en ese sentido.
Y puesto que me apasionan las cifras, no podía despedirme sin darles algunas sobre esta intrigante molécula de ADN. Sólo el cromosoma 1 descifrado completamente requeriría alrededor de 5.000 volúmenes de 6.000 páginas (es muy grande) y, si en lugar de escribirlo se desenrollara completamente de manera física, mediría ocho centímetros. Puestos uno tras otro, los cuarenta y seis cromosomas que forman el ADN de una sola de nuestras células darían un filamento de la altura de un hombre. Eso ya es espectacular, pero si hiciéramos lo mismo con todas las células que componen nuestro cuerpo, daría una longitud aproximada de… mil quinientos millones de kilómetros, lo que equivale a la distancia del Sol a Saturno.
Millones de kilómetros enroscados, retorcidos, ocultos en el corazón de nuestras células, de nuestra intimidad, desde el alba de los tiempos.
Una cosa es segura: la vida aún no nos ha revelado todos sus secretos.
Quiero expresar mi agradecimiento de corazón a todas aquellas personas que me han acompañado, animado y apoyado a lo largo de la escritura de este díptico. Pienso en primer lugar en Sylvain Billiard, conferenciante e investigador en biología evolutiva, sin el cual esta historia no existiría: tus anécdotas me han fascinado y me han hecho reflexionar sobre el sentido de la vida… Mi agradecimiento igualmente a los profesores Dubucquoi y Fily, al doctor Renouf y al doctor Tournelle, médico forense de gran talento. A Hervé Jourdan, hermano de pluma y capitán de policía en el 36, quien siempre respondió a mis preguntas con prontitud. A Laurent Guillaume, también hermano de pluma, por la precisión de sus explicaciones sobre el funcionamiento de la policía. A un tal Laurent B., por la información que me ha dado acerca de los conflictos internacionales. Muchas gracias igualmente a cuantos, de una u otra manera, han aportado una frase o una palabra. La suma de todas ellas ha dado dos libros…
Gracias a François Laurent por sus lecturas y recomendaciones apasionadas y por haberme aguijoneado con acierto. Gracias a Céline Thoulouze por su perspicacia y profesionalidad, y a Deborah, por su acompañamiento. Gracias también a Aurélie y a Julie, por su trabajo tenaz antes incluso de la publicación de esta novela. Gracias a todo el equipo de Fleuve Noir, que creyó en estas historias desde el primer momento. Vuestra motivación ha sido impecable y me ha dado alas. Doy las gracias en particular a las personas que trabajan en la sombra pero que han permitido que este libro exista. Un recuerdo para cada persona con la que me he cruzado en la plaza de Italie.
Gracias a los dos Laurent, mis grandes, grandes amigos, que se reconocerán sin dificultad. Que nuestras interminables conversaciones puedan prolongarse ad vitam aeternam.
Gracias a los gentlemen de la Liga de lo imaginario, Patrick Bauwen, Maxime Chattam, Olivier Descosse, Eric Giacometti y Jacques Ravenne, Henri Loevenbruck, Laurent Scalese (de nuevo), Bernard Werber y Erik Wietzel.
Gracias a mi familia. Las últimas palabras son para ellos.