La puerta de nuestra habitación en el hotel se estaba cerrando todavía a nuestras espaldas cuando Jaime empezó a hablar.
– Tengo un fantasma -dijo-. Y es un fantasma extraño. Iba a decíroslo, pero sé que estáis ocupados y además no estaba segura de lo que ocurría, y sigo sin estarlo. -Se apoyó en el brazo del sillón y continuó hablando-. Todo empezó el miércoles por la tarde, antes de mi función en Orlando. En un principio, imaginé que sería Dana, que sabía que estaba muerta y quería vengarse porque yo le había mentido. -Jaime se retorció los rizos-. No debería haberlo hecho…, aunque tampoco podía decirle que estaba muerta…, no era ése mi cometido. Pero me excedí dándole confianza. Me salió de manera automática, como si estuviera en uno de mis espectáculos.
Por un momento dejó de mirar a Lucas para clavarme los ojos. Como ninguno de nosotros decía nada, ella continuó.
– Eso es lo que hago en mis funciones, y lo digo por si no os habíais dado cuenta. Nadie quiere oír la verdad. Fanny Mae quiere establecer contacto con su amado, y el tipo está junto a mí gritando: «¿Que estás preocupada por mí? ¡Maldita puta, no lo estabas cuando saltaste a la cama con mi hermano apenas una hora después de mi funeral!». ¿Vosotros creéis que puedo a decirle eso a ella? Le cuento lo mismo que a todos los demás. Te echa de menos, pero es feliz y está en un lugar agradable. Y una piensa que, después de dar el mismo maldito mensaje mil veces, se van a dar cuenta, pero no es así. Diles lo que quieren oír y nunca se quejarán.
Inhaló y se dejó caer en el asiento.
– Cuando el espectro hizo su aparición, me figuré que era Dana, y por eso volví aquí a hablar con ella. Pero ella se había ido, y el que me persigue no, de modo que obviamente no es ella.
– ¿No puedes entrar en contacto con él? -le pregunté.
Jaime sacudió la cabeza.
– Eso es lo extraño. No puedo entrar en contacto. No sólo eso, sino que se está comportando…, bueno, no está siguiendo el protocolo de la relación entre espíritu y nigromante. -Me miró-. ¿Sabes cómo funciona esto? ¿Cómo se pone en contacto un espíritu con un nigromante?
– Vagamente -dije-. La mayoría de los nigromantes que conozco no hablan de eso.
– Muy propio. Se comportan como si fuese un gran secreto. Según lo concibo yo, mis amigos, los sobrenaturales, por lo menos, deberían saber cómo funciona. Si no, cuando me vean hablando sola y mirando paredes vacías, van a pensar que he perdido la razón. Hay dos maneras principales en que un espíritu se hace presente. Si conoce los procedimientos adecuados, puede manifestarse, y entonces tengo visión y sonido. Si no conoce los procedimientos entonces sólo cuento con el oído, con las consabidas voces-en-la-cabeza. Cualquier espíritu debería poder hacer esto último. Pero éste no puede.
– ¿De modo que en cambio tira cosas?
– Lo hace ahora. Hasta hoy, no había hecho otra cosa que andar a mi alrededor, como cazador al acecho. Sé que está ahí. Lo percibo todo el tiempo, como si alguien estuviese mirando por encima de mi hombro, y -levantó una mano para mostrar el temblor de sus dedos- me está poniendo nerviosa. ¿Acaso le va a dar por comportarse como un duende? Y eso es lo que…, bueno, que estoy asustada, y lo reconozco.
– La actividad de los duendes es escasa en la actualidad, ¿no? -pregunté.
– Muy escasa. Cuando yo era más joven hice algunos trabajos de expulsión de duendes para pagarme las facturas. ¿Cuál es la queja número uno de los dueños de casas encantadas? Los duendes. Respondí a docenas, si no a centenares de llamadas. Sólo encontré a tres verdaderos duendes. El resto de las veces se trataba de críos listillos que querían que se les prestara atención. A los que me llamaban, yo les decía entonces algunos inventos sobre que los espíritus querían ver que la familia pasara más tiempo junta, y eso, por lo general, resolvía el problema. Una verdadera actividad de duendes, en cambio, significa que un espíritu había encontrado el modo de mover cosas en nuestra dimensión, y ése es un talento muy especial.
Lucas frunció el ceño.
– Entonces, ¿cómo puede manipular objetos en otra dimensión un espíritu que no puede siquiera tomar contacto con un nigromante? Entiendo el problema. ¿Has pensado en la posibilidad de que ésta no sea en absoluto una entidad con base en un ser humano?
– Tal vez sea un demonio menor -dije-. O un espíritu de la naturaleza.
– Supongo que podría ser -respondió Jaime-. Pero yo soy una nigromante. Hablo con los muertos, como dice la palabra. Si no está muerto, ¿por qué me molesta? Vosotros, los brujos, sois los que lanzáis hechizos, de modo que tal vez esté tratando de hablar con vosotros. Y estoy segura de que el mensaje es para vosotros. Aunque hasta el incidente de la librería, siempre se apartaba cuando estabais conmigo.
– Porque creyó que tú ibas a transmitir el mensaje -dije-. Pero tal vez el mensaje consiste en decirnos que empecemos a conjurar, para que pueda comunicarse. Cuando se dio cuenta de que tú no comprendías, subió el nivel en la librería. Por consiguiente, intentemos hacer un conjuro en grupo. Entre los tres, tiene que encontrar alguno con quien pueda hablar.
Jaime levantó los ojos hacia el techo.
– ¿Oyes eso, Casper? Vamos a intentar establecer contacto contigo, de modo que puedes dejar de molestar ahora.
Tras un momento de silencio, pregunté:
– ¿Ha cesado?
Jaime negó con la cabeza.
– Me parece que el problema de contacto se produce en ambos sentidos. Yo no puedo oírlo y él no puede oírme. Dejad que vaya a por mis cosas y veamos si podemos arreglar ese problema.
En el momento en que Jaime abría su maletín, sonó el teléfono móvil de Lucas.
– Sí, estoy muy interesado -dijo tras un intercambio de saludos-. Sin embargo, puede que no podamos verlo hasta dentro de una semana, más o menos. ¿Habría algún problema? -Hizo una pausa-. Muy bien, gracias. -Otra pausa-. No, no me ha sido posible todavía y, en última instancia, la decisión es de ella, pero me gustaría mucho verlo. -Pausa-. Sí, le avisaré en cuanto volvamos a Portland.
Se despidió, sacó luego la agenda de la cartera y escribió una nota mientras Jaime preparaba sus herramientas en el suelo. Esta vez, no se molestó en pedirnos que nos retiráramos.
– Una verdadera sesión -dijo cuando hubo terminado-. Ahora lo único que necesitamos son unos sacos de dormir y una pelea de almohadas. Cuando yo era pequeña nunca me dejaban quedarme a dormir en casa de compañeras, no fuera a ser que los chicos intentaran realizar una sesión. Podría haberles dado más de lo que esperaban.
Nos acomodamos en el suelo.
– Voy a lanzar un hechizo general de llamada -dijo Lucas-. Uno moderado, mejor, nada que pueda convocar algo peligroso.
– Yo voy a hacer mi hechizo de comunicación -dije-. Es para la comunicación mental con los vivos, pero podría ayudar.
– ¿Comunicación mental? -dijo Jaime-. ¿Pueden hacer eso las brujas? Estupendo.
– No exactamente. Sólo funciona si la otra parte está esperándolo y sólo si están a cierta distancia, de modo que realmente, ¿para qué sirve? ¿Para ahorrar algunos dólares en la cuenta de los teléfonos móviles? La recepción es más deficiente que en los móviles más baratos.
Todos nos acomodamos, hicimos lo nuestro… y no ocurrió nada.
– ¡Oye! -Jaime gritó mirando al techo-. ¿Hace una hora estabas destrozando una librería tratando de llamar mi atención y ahora no puedes molestarte siquiera en decir «¡hola!»? ¿Sabes con quién estás hablando? Con la nigromante más famosa de los Estados Unidos de América. Y no sólo eso, sino también con alguien que ha sido Líder del Aquelarre y con el hijo de un CEO de una Camarilla. Tres sobrenaturales poderosos que están esperando, conteniendo la respiración para hablar contigo.
Al otro lado de la habitación, la agenda de Lucas se cayó de la mesa.
– Me parece que eso significa que no está muy impresionado -dije yo.
La tapa de la agenda se abrió de golpe.
– Creo que eso es una señal -apuntó Lucas-. ¿Voy a…?
– Acércate, párate junto a la agenda y observa -dije-. Nosotras seguiremos trabajando.
Jaime hizo su invocación mientras yo lanzaba el hechizo.
– Nada -dijo Lucas antes de que yo preguntase-. Tal vez…
Las páginas comenzaron a moverse.
– Parece que hay cierto retraso desde el mundo de los espíritus -dije.
– Está en la primera página de la D de mi libreta de direcciones -dijo Lucas-. Si el espíritu se está refiriendo a una persona determinada de esta página, no veo la conexión. Mis contactos sobrenaturales están registrados en otra sección. Éstos son todos humanos.
Mi cartera se cayó de la silla que estaba junto a la puerta. Al caer, se abrió y todo su contenido rodó por la alfombra. Un momento después, mi agenda electrónica se abrió sola.
– Un fantasma experto en tecnología -dijo Jaime-. Tal vez quiera comunicarse por mensaje de texto.
– Lo más probable -dijo Lucas- es que no sea experto en tecnología o, por lo menos, no sepa cómo funciona una agenda electrónica. Creo que el mensaje que se supone que hemos de recibir es el de que el nombre adecuado está no en mi libreta de direcciones, sino en la de Paige.
– ¿Cómo puede saber lo que tengo ahí? -pregunté, cruzando la habitación para recoger mi agenda.
– Tal vez no lo sepa, sino que lo supone. ¿A quién conoces cuyo apellido empiece por D? Presumiblemente a un sobrenatural.
– A una docena de personas, puede que más. Hay…, espera, tenemos otras pistas. La librería. De todos los libros que había en una sección, sólo tiró al suelo ejemplares de El misterio de Salem's Lot.
– ¿Brujas? -preguntó Lucas.
Jaime negó con la cabeza.
– Vampiros…, pero si el espíritu no conoce la cultura popular, podría pensar en brujas.
– También tiraba al suelo ejemplares de La Ilíada de Homero -dije.
– ¡Ah, estupendo! -dijo Jaime-. Pasamos de Quién quiere ser millonario a Peligro final: ¿dónde vamos a encontrar un lumbreras que haya leído La Ilíada?
– Bueno, aquí mismo -respondí yo-. Tuve que leerla. Era lectura obligatoria de la Literatura en la universidad.
– Yo también la tenía en mi plan de estudios -dijo Lucas.
– Muy bien, los desertores de la escuela se ponen en evidencia una vez más -dijo Jaime-. Bueno, yo supe la respuesta sobre Stephen King. Eso debería hacerme merecedora de un bonito regalo de despedida. ¿De qué trata La Ilíada?
– De la guerra de Troya -dije.
– Con el caballo -dijo Jaime-. Eso lo sabía. ¿Hay sobrenaturales en la historia?
– Hay una hechicera, Circe…, no, eso es en La Odisea.
– A menos que, de nuevo, el espíritu se equivoque en sus referencias literarias -dijo Lucas-. Si creía que El misterio de Salem's Lot era sobre brujas y que la hechicera era de La Ilíada….
– Empecemos por ahí, entonces -dijo Jaime-. Brujas cuyos apellidos comiencen con D. Tú eres bruja, de modo que el fantasma puede suponer que tú sabes…
– Cassandra -dije, dándole un golpe a mi agenda-. Cassandra, la profetisa de La Ilíada. Cassandra DuCharme, del Consejo Interracial.
– Déjame adivinar -dijo Jaime-. Esa Cassandra es una bruja.
– Es una mujer vampiro.
– Aún mejor. -Jaime miró al techo-. ¿Es eso? ¿Hemos ganado?
No hubo respuesta.
– Si no puede oírnos, necesitará ayuda -dije-. Esperad.
Cogí de entre las cosas dispersas por el suelo mi bolígrafo y mi bloc de notas, arranqué una hoja de papel y escribí Cassandra. Puse la hoja sobre la mesa. Una vez más, no hubo respuesta del espíritu.
– Bueno -dijo Jaime-. Tres posibilidades. Una, estamos totalmente equivocados. Dos, el espíritu se ha calmado porque finalmente hemos recibido el mensaje. Tres, es analfabeto.
– Si el mensaje es Cassandra, yo aún no sé que significa dije.
– ¿Por qué no la llamamos? -propuso Lucas-. Y vemos si puede arrojar alguna luz sobre todo esto.