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—¡Oh!
Amy Carnaby miró, incrédula, el cheque de doscientas libras.
—¡Emily! ¡Emily! Oye esto —exclamó.
«Apreciada señorita Carnaby:
«Permítame ofrecerle una pequeña aportación a su meritoria colecta, antes de que quede cerrada definitivamente.
»Suyo afectuosamente,
Hércules Poirot.»
—Amy —dijo su hermana—. Has tenido una suerte inaudita. Piensa dónde podrías estar a estas horas.
—En Woorwood Scrubbs..., ¿o en Holloway? —murmuró Amy—. Pero ya pasó todo..., ¿no es verdad, Augusto? Se acabaron los paseos por el parque con tu amita, o sus amigas, y unas pequeñas tijeras.
Lanzó un suspiro.
—¡Mi pequeño Augusto! Qué lástima. Con lo listo que es... Aprende cualquier cosa.