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Atlas daba vueltas a los billetes de cinco libras.

—Tal vez no me acuerde mañana de la forma en que los he ganado. Estoy muy preocupado pensando lo que va a decir de mí el Padre O'Reilly.

—Olvídese de todo, amigo mío. Mañana el mundo será suyo.

Atlas murmuró:

—¿Y por quién apostaré? Tengo a «Wodking Lad» que es un buen caballo, ¡un caballo estupendo! Y está «Sheila Boyne». Siete a uno me la pagaron una vez.

Se detuvo.

—¿Lo he soñado o he oído que mencionaba usted el nombre de un dios pagano? Hércules ha dicho usted y loado sea Dios, mañana corre un caballo llamado «Hércules» en la carrera de las tres y media.

—Amigo mío —dijo Poirot—, apueste su dinero por ese caballo. Se lo digo yo: «Hércules» no puede fallar.

Y es absolutamente cierto que al día siguiente el caballo «Hércules» de la cuadra del señor Rosslyn, venció inesperadamente las Boynas Stakes, pagándose sesenta a uno.

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