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El día antes de la fiesta, por la mañana, la señorita Carnaby se encontró con Hércules Poirot en una pequeña sala de té del soñoliento pueblecito de Newton Woodbury.

La mujer estaba mas sonrojada y aturdida que nunca. Sorbía el té mientras desinflaba un bollo entre sus dedos.

Poirot hizo varias preguntas a las que ella contestó con monosílabos.

—¿Cuántos fieles asistirán al festival? —preguntó por último.

—Creo que ciento veinte. Vendrá Emmeline, desde luego; y el señor Cole... Últimamente se ha portado de una forma rara. Tiene visiones. Me ha descrito varias de ellas... muy curiosas; confío en que no estará mal de la cabeza. Acudirá una gran cantidad de nuevos adeptos... casi veinte.

—Bien. ¿Sabe usted lo que debe hacer?

Hubo una pausa antes de que la señorita Carnaby, con un tono de voz extraña en ella, contestara:

—Recuerdo perfectamente lo que me dijo usted, señor Poirot.

—¡Perfectamente!

Y a continuación, con voz clara y vigorosa, la señorita Carnaby observó:

—Pero no voy a hacer nada de ello.

Hércules Poirot la miró fijamente. Ella se levantó y apresuradamente dijo:

—Me envió usted a espiar al doctor Andersen. Sospechaba de él toda clase de cosas malas. Pero es un hombre maravilloso... un gran «maestro». ¡Creo en él con toda mi alma! Y no estoy dispuesta a espiarle más por su cuenta, señor Poirot. Soy una de las ovejas del «Rebaño». El «Maestro» enseña al mundo la buena nueva y desde ahora le pertenezco por completo. Y no se preocupe en pagar el té que me he tomado. Yo lo pagaré.

Y con este ligero anticlímax, la señorita Carnaby dejó caer sobre la mesa un chelín y tres peniques y salió precipitadamente del establecimiento.

Nom d'un nom d'un nom! —exclamó Hércules Poirot.

La camarera tuvo que dirigirse a él por dos veces antes de que se diera perfecta cuenta de que le estaban presentando la nota. Se encontró con la mirada inquisitiva de un individuo de aspecto rudo que estaba sentado en la mesa de al lado. Poirot se sonrojó, pagó la cuenta, se levantó y salió del salón de té.

Su cerebro trabajaba a toda presión.

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