El complot toma forma

El lavabo de la redacción no es precisamente el sitio donde yo me siento más cómoda. Siempre está lleno de gente y puedes ver la cabeza de las compañeras que están haciendo pipí. Si quieres estar un momento a solas, lo mejor es meterse en un ascensor. A veces, con un poco de suerte, consigues viajar sola los veintidós pisos.

Pero Allison, Sarah y Kate parecen estar muy a gusto en el lavabo de ejecutivos. Mientras yo miro hacia la puerta, esperando que Lydia entre en cualquier momento y nos pille in fraganti, ellas se dedican a peinarse delante del espejo.

– Ha llegado el momento -dice Sarah.

– ¿Ha llegado el momento?

Yo no entiendo nada. No sé por qué quieren que yo sea el ariete, no entiendo qué hago aquí y, sobre todo, no entiendo cómo quieren librarse de Jane.

Allison toma un bote de laca y se dedica a echárselo en el pelo como si estuviera en su propia casa. Hoy lleva pantalones grises de lino y una blusa blanca sin mangas. El atuendo debería ser elegante, pero en Allison parece como si fuera lo primero que encontró en el armario porque todo lo demás estaba en la tintorería.

– Ha llegado la hora de dar el golpe.

Yo aparto los ojos de la puerta. Llevamos aquí diez minutos y no se ha abierto ni una sola vez.

– Muy bien.

– Tenemos una oportunidad -dice Kate.

– ¿Una oportunidad?

Allison sigue con la laca, pero tiene el pelo exactamente igual que antes.

– Una pequeña oportunidad -aclara Sarah, por si acaso yo me he imaginado que todo esto va a ser fácil.

– Marguerite Tourneau no durará mucho en la revista. Jane la echará de aquí en menos de dos meses -dice Allison.

Sarah levanta los ojos al cielo.

– ¿Dos meses? Esa no dura ni dos semanas.

– No se puede despedir a alguien antes de haberlo contratado -replica Kate, con toda lógica.

Aquel razonamiento parece satisfacer a las tres conspiradoras, que se vuelven para mirarme. Yo estoy sentada en el sofá, con cara de no entender nada, que es exactamente lo que pasa. Plan, oportunidad, golpe… no sé ni para qué las escucho.

– ¿Qué? -pregunto, al ver que me miran expectantes.

– ¿Vas a ayudarnos? -me preguntan las tres a la vez, como si fueran un coro de animadoras.

– No lo sé. ¿Cuál es el plan?

Allison mira a las otras. Sarah dice que no con la cabeza de forma muy sutil. Kate levanta una ceja.

– No podemos contarte el plan hasta que nos digas si estás de nuestro lado.

Yo nunca me meto a ciegas en ninguna situación. Por si acaso.

– Y yo no puedo aceptar hasta que me digáis cuál es el plan.

Mi voluntad inmutable las irrita. Lo noto. Estoy a punto de decir que espero el veredicto en el pasillo, pero me encuentro demasiado cómoda en el sofá. No tengo duda de cuál será el resultado de la silenciosa discusión. Pueden pestañear todo lo que quieran para hacerse señales, pero tarde o temprano me contarán el plan.

Tienen que hacerlo. Soy su ariete.

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