Mi día 529

El estilo editorial de Jane consiste en pasar tu artículo a otros editores para que den su opinión. Distribuye la copia después de haberla destrozado con su rotulador rojo y sus comentarios demoledores (muchos detalles tontos, mal fraseado, sin contenido, no vale para nada) y los otros editores tienen que presenciar tu humillación.

Y en lugar de animarte un poco con unas palabritas, se ponen del lado de Jane anotando más estupideces al margen. Para cuando te llega el artículo de vuelta, te sientes como el esqueleto de una vaca que ha sido comida por los buitres.

Como la ayudante de Jane no hace otra cosa más que estar pendiente de ella, no me dieron una columna hasta mi primera semana como redactora. Era algo que llevaba dos años esperando y mi entusiasmo no disminuyó al saber que el tema era «cómo copiar el peinado de las famosas».

Yo seguí las normas de la revista de cabo a rabo (hablando todo el tiempo del pelo de Nicole Kidman), pero Jane encontró algo que criticar. Y cuando le envié una segunda versión para que la revisara, me mandó una nota descorazonadora: ¿Por qué me haces perder el tiempo con esto?

Al final, se publicó la primera versión. Aparentemente, lo que a Jane le habían parecido detalles tontos, al final eran lo más importante para que las lectoras supieran cómo copiar el peinado. Mi satisfacción duró poco porque en el siguiente artículo (recetas de cocina de madres de famosos) volvió a hacerme lo mismo.

Lo que yo no sabía entonces era que siempre iba a ser igual. Aunque Jane no se molesta en leer casi nada, muestra un inusitado interés por mis cosas. Cada vez que está enfadada o frustrada, se divierte destrozando mis artículos. Es como una niña de cinco años que se dedica a cortar las alas a las mariposas. De un simple tirón, me deja hecha polvo.

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