Cómo mejorar tu carrera

Durante el día, Alex Keller es arquitecto.

– Bueno, no exactamente arquitecto, pero casi. Sólo me queda un año para terminar la carrera.

Yo meto la cabeza en el dormitorio y veo un montón de libros de arquitectura y otro montón de planos apoyados en una pared.

– ¿Sólo te queda un año? -pregunto, mirando uno de los libros. Está marcado con rotulador y hay cálculos en los márgenes.

– Un año.

Aunque intenta disimularlo, Keller está nervioso. No me conoce de nada y allí estoy, obligándolo a contarme su más oscuro secreto. Esa no era mi intención. Yo había venido a reclutar su ayuda para echar a Jane, pero esto es casi más interesante.

Cuando me di cuenta de que su categoría fantasmal era debida a la ausencia y no a otra cosa, pensé que se dedicaría a ir de compras, a ver la televisión o a sentarse en la última fila de un cine porno. No se me ocurrió pensar que estaría trabajando en otro sitio.

– ¿Cuánto tiempo llevas escaqueándote de Fashionista?

Él hace una mueca al oír la palabra «escaquearse» y me mira durante largo rato, intentando decidir qué va a contarme. No quiere contarme nada, pero tiene suficiente sentido común como para saber que está acorralado.

Vig Morgan es periodista, aunque nunca la dejen escribir un artículo interesante. Sería muy fácil llamar al estudio Walters y enterarme de todo. Y no puede contarme que está investigando para un artículo porque en Fashionista sólo se publican fotos de casas preciosas, nada sobre la calidad de las vigas.

– Cuatro años -confiesa por fin.

– ¿Llevas cuatro años escaqueándote de Fashionista? -exclamo yo, atónita.

– En realidad, llevo haciendo uso de su generosidad durante cinco años, pero a tiempo parcial -suspira él.

– ¿Y desde cuándo hay otra persona haciendo tu trabajo?

Keller desaparece en la cocina y vuelve con dos cervezas.

– ¿Quieres?

– Sí, gracias.

Alex Keller hace un gesto para que me siente en el sofá. Flecha está tumbado en el suelo, moviendo lentamente la cola y, francamente, no parece un perro al que le hayan destrozado la vida.

– Siento lo de ayer -digo yo, más falsa que Judas-. Sólo vine para hablar contigo… y al final, todo se complicó.

– No pasa nada. Kelly cambiará de opinión… y si no, ya encontraremos a alguien. No es ninguna hecatombe.

Diez minutos antes me ha dicho que le había destrozado la vida, pero en fin…

– Delia lleva dos años haciendo mi trabajo -confiesa entonces, tomando un trago de cerveza-. Mi antiguo ayudante, Howard, sólo hacía una parte. Hasta entonces, yo tenía tiempo para las clases y para editar artículos.

No me sorprende. La sección de Eventos no es precisamente microcirugía. Se empieza con una descripción del sitio: flores, velas, estampados. Y después buscas cuatro o cinco frases de famosos. Si es una gala de Jaguar para recaudar fondos, les preguntas sobre su primer coche. Si es una fiesta de Dolce & Gabanna, sobre sus modelos favoritas, si es el estreno de una película de acción en la que el mundo se ve amenazado por berberechos gigantes, les preguntas por su peor experiencia comprando en un supermercado. Pones unas cuantas fotos y terminas el artículo con una frasecita graciosa. Alguien como Alex Keller puede hacer eso con los ojos cerrados.

– Las cosas se pusieron más difíciles cuando empecé a trabajar como becario en Walters. Además de editar los artículos, tenía que estudiar y hacer un montón de proyectos. Y cuando Howard me dijo que se iba, pensé que tendría que dejar Fashionista y pagarme la carrera yo mismo. Pero entonces apareció Delia -Keller suspira. No sé si es la cerveza o la confesión, pero parece más relajado-. Delia es una dinamo. Supe que era perfecta en cuanto la vi entrar con su traje de chaqueta azul. Tenía experiencia: había dirigido el periódico de la universidad durante tres años y era una chica muy inteligente. Además, era simpática, tenía una bonita sonrisa y sabía lo que quería.

– ¿Pagarte la carrera tú mismo? -le pregunto, cuando deja de elogiar a Delia.

Keller tiene la buena educación de ponerse colorado.

– Me la paga la empresa.

– ¿Fashionista te paga la carrera de arquitectura?

– La empresa te reembolsa los gastos si estás estudiando. ¿No lo sabías?

A Christine le pagan las clases de cocina, pero no es lo mismo. Ella va a trabajar todos los días.

– ¿Y nadie se ha dado cuenta de que nunca estás en tu despacho?

– Aparentemente, no. Una becaria me preguntó una vez, pero la invite a una fiesta y no volvió a preguntar.

– Eso es corrupción de menores -digo yo, no sé a santo de qué.

– No, porque tenía más de dieciocho -sonríe Keller, dejando la cerveza sobre la mesa-. Estaba a punto de sacar a Flecha cuando has llegado. ¿Te apetece dar un paseo por el parque?

– De acuerdo.

– ¿Quieres llevarlo tú? Ayer lo llevabas como una profesional.

– Me va a costar un poco acostumbrarme a esto. En la redacción eres un ogro.

– Porque no quiero hacerme amigo de nadie. Si fuera simpático, la gente empezaría a pasarse por mi despacho -Alex sonríe-. Pero no soy tan malo, ¿no?

– Una vez me echaste una bronca por quitarte el sitio en la fotocopiadora.

– Sólo un loco se atreve a entrometerse entre un hombre y su fotocopiadora favorita. No te puedes imaginar lo frustrante que es tener que robarle tiempo a tu vida para ir a trabajar y no encontrar una fotocopiadora libre -me dice. Y se queda tan pancho.

Pues no, no tengo ni idea de lo frustrante que es eso. Yo tengo que robarle tiempo a mi trabajo para vivir.

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