El día 1.233

La redacción de Fashionista es como las calles de San Francisco, sólo que en lugar de microclimas aquí tenemos microaromas. Todas las editoras encienden velas aromáticas en sus despachos: lila, vainilla, canela y una fragancia a popurrí llamada La cocina de la abuela. Si no te gusta algún olor sólo tienes que moverte un poquito a la izquierda y respiras otro.

Pero hoy las cosas son diferentes. Alguien está quemando incienso. El aroma es fuerte, poderoso y flota por el pasillo como un fantasma, metiéndose por debajo de las puertas. Incluso ha borrado el olor a antiséptico del cuarto de baño.

No estamos preparadas para lidiar con incienso. Es la artillería pesada, los cañones, los misiles hombre-tierra… y no encontramos refugio. Estamos expuestas en el centro de la redacción, en cubículos separados por delgados paneles, y nuestro único recurso es sacar la nariz por las puertas giratorias de recepción para respirar el delicioso aroma a tabaco que llega del vestíbulo.

– Incienso y mirra -dice Christine, asomando la cabeza por encima del panel.

– ¿Qué?

Estoy intentando escribir un artículo sobre restaurantes cuyos propietarios son famosos, pero no puedo concentrarme. El olor me distrae.

– Que no sólo es incienso. También están quemando mirra.

Yo me quedo sorprendida por la revelación, pero no sé si creerla. Estamos en el siglo XXI y nadie se acuerda de qué demonios es la mirra.

– La mirra tiene un olor más amargo -me explica Christine.

– No es mirra -le digo, sin apartar los ojos de la pantalla del ordenador-. La mirra ya no existe.

Christine se apoya en el papel, que se vence un poco bajo su peso.

– Vig, no puedes negar la existencia de la mirra.

– ¿Que no? Niego la existencia de la mirra.

– Eso es ridículo. Los Reyes Magos de Oriente se la llevaron a Jesús como regalo.

– ¿Y?

Me encojo de hombros y le digo que eso es un mito, como lo de la cigüeña.

Christine me mira con cara de espanto.

– Los Reyes Magos no tienen nada que ver con la cigüeña. Qué tonterías dices.

– ¿Y tú cómo lo sabes? -le espeto, muy segura de mí misma-. ¿Tú cómo sabes que, efectivamente, los Reyes Magos le llevaron incienso y mirra?

– Porque está en la Biblia -replica ella, que se está tomando muy en serio la conversación.

Yo no soy tan religiosa como Christine. De hecho, no practico ninguna religión y me divierte su vehemencia. No era mi intención hacerla enfadar. Lo último que quiero es ponerme a discutir, pero tampoco le pido disculpas. Yo creo que la mirra ya no existe y tengo derecho a mis propias convicciones. ¿O no?

No tengo problema aceptando la existencia del incienso, pero la mirra… para nada.

– Además -sigue Christine, que es muy pesada-, estoy segura de que la mirra existe porque la he visto en mis clases de cocina.

Christine está intentando dejar Fashionista y la ruta que ha decidido tomar es hacerse crítico gastronómico. Quiere ser una de esas personas a las que pagan por ir a los mejores restaurantes, quiere ir a galas benéficas y sentarse al lado de la esposa del presidente del gobierno, quiere trabajar en una revista que tenga más sustancia que este absurdo olor a incienso.

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