La redacción de Fashionista es como las calles de San Francisco, sólo que en lugar de microclimas aquí tenemos microaromas. Todas las editoras encienden velas aromáticas en sus despachos: lila, vainilla, canela y una fragancia a popurrí llamada La cocina de la abuela. Si no te gusta algún olor sólo tienes que moverte un poquito a la izquierda y respiras otro.
Pero hoy las cosas son diferentes. Alguien está quemando incienso. El aroma es fuerte, poderoso y flota por el pasillo como un fantasma, metiéndose por debajo de las puertas. Incluso ha borrado el olor a antiséptico del cuarto de baño.
No estamos preparadas para lidiar con incienso. Es la artillería pesada, los cañones, los misiles hombre-tierra… y no encontramos refugio. Estamos expuestas en el centro de la redacción, en cubículos separados por delgados paneles, y nuestro único recurso es sacar la nariz por las puertas giratorias de recepción para respirar el delicioso aroma a tabaco que llega del vestíbulo.
– Incienso y mirra -dice Christine, asomando la cabeza por encima del panel.
– ¿Qué?
Estoy intentando escribir un artículo sobre restaurantes cuyos propietarios son famosos, pero no puedo concentrarme. El olor me distrae.
– Que no sólo es incienso. También están quemando mirra.
Yo me quedo sorprendida por la revelación, pero no sé si creerla. Estamos en el siglo XXI y nadie se acuerda de qué demonios es la mirra.
– La mirra tiene un olor más amargo -me explica Christine.
– No es mirra -le digo, sin apartar los ojos de la pantalla del ordenador-. La mirra ya no existe.
Christine se apoya en el papel, que se vence un poco bajo su peso.
– Vig, no puedes negar la existencia de la mirra.
– ¿Que no? Niego la existencia de la mirra.
– Eso es ridículo. Los Reyes Magos de Oriente se la llevaron a Jesús como regalo.
– ¿Y?
Me encojo de hombros y le digo que eso es un mito, como lo de la cigüeña.
Christine me mira con cara de espanto.
– Los Reyes Magos no tienen nada que ver con la cigüeña. Qué tonterías dices.
– ¿Y tú cómo lo sabes? -le espeto, muy segura de mí misma-. ¿Tú cómo sabes que, efectivamente, los Reyes Magos le llevaron incienso y mirra?
– Porque está en la Biblia -replica ella, que se está tomando muy en serio la conversación.
Yo no soy tan religiosa como Christine. De hecho, no practico ninguna religión y me divierte su vehemencia. No era mi intención hacerla enfadar. Lo último que quiero es ponerme a discutir, pero tampoco le pido disculpas. Yo creo que la mirra ya no existe y tengo derecho a mis propias convicciones. ¿O no?
No tengo problema aceptando la existencia del incienso, pero la mirra… para nada.
– Además -sigue Christine, que es muy pesada-, estoy segura de que la mirra existe porque la he visto en mis clases de cocina.
Christine está intentando dejar Fashionista y la ruta que ha decidido tomar es hacerse crítico gastronómico. Quiere ser una de esas personas a las que pagan por ir a los mejores restaurantes, quiere ir a galas benéficas y sentarse al lado de la esposa del presidente del gobierno, quiere trabajar en una revista que tenga más sustancia que este absurdo olor a incienso.