Allison Harper

Allison Harper es una redactora (del departamento de belleza) bastante poco habitual. Su apariencia no tiene nada que ver con la imagen que uno tiene del glamour. Pero lo intenta, claro. Suele ponerse sandalias de taconazo (Jimmy Choo), pantalones de brillo (Emanuel Ungaro) y el carmín perfecto (Lip Glass, de MAC), pero algo en el producto final no cuela. Aunque los elementos están ahí, aunque en un maniquí resultarían impecables, algo en ella lo estropea todo.

Allison tiene tres años más que yo. Y en los últimos meses su alegre disposición ha desaparecido. Le han pasado por encima varias veces para un ascenso (contrataron a una de otra revista) y está empezando a darse cuenta de cómo funcionan las cosas en Fashionista. Está empezando a darse cuenta de que su futuro podría no ser lo que ella esperaba.

Allison Harper no es la heroína de su propia historia. Es, en cambio, un personaje secundario, alguien que cambiaría sus sueños por algo seguro. Allison empieza a darse cuenta de que no es Cleopatra. Está empezando a ver que no es nadie; una esclava sin nombre cuya existencia pasará desapercibida.

Es horrible presenciar tan dramática situación y, por eso, suelo dar un rodeo para no pasar delante de su mesa. Por las noches, cuando casi no queda nadie en la redacción, la oigo hablar por teléfono con su mejor amiga. Le cuenta, por ejemplo, que no le han dado la entrevista con la famosa de turno (cuéntame qué clase de dieta haces, qué marca de rímel usas, si tuvieras que elegir entre ante y cuero, ¿qué elegirías y por qué?). Enfadada, le cuenta a Greta que han vuelto a darle un artículo sobre balnearios. Y que ella no ha estudiado en Columbia para eso.

Allison culpa a Jane por la inercia de su carrera, lo cual es, en parte, cierto. Jane no toma decisiones profesionales basadas en el mérito. Ella contrata redactoras guapísimas que no saben escribir y despide a las feas que saben escribir. Elige a sus asistentes como si estuviera comprando accesorios, de modo que somos todas iguales: altas, delgadas, pelo castaño liso.

Dirige la revista como una corte francesa del siglo XVII. Uno no habla a menos que ella se dirija a ti, uno baja los ojos en presencia de Jane… Su necesidad de sumisión es patológica y, si pudiera, haría que nos arrodillásemos. Su interés en Fashionista durará lo que duren las ventas y en cuanto haya un descenso, se marchará. Y entonces la revista tendrá que declararse insolvente. Testigo de ello son las difuntas Voyager y Face. Invertir en buenos profesionales y crear un ambiente de trabajo agradable no es parte de su plan. Después de Jane, el diluvio.

No me sorprende que los campesinos se subleven.

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