No creo que la palabra «respeto» describa lo que Jane siente por mí, pero eso me lo guardo. Quiero saber cuál es el plan y están a punto de decírmelo.
– Fue una brillante idea de Allison -dice Kate-, así que es ella quien debería decidir.
Allison se pone colorada. No está acostumbrada a que describan sus ideas como «brillantes».
– No sé. Antes acordamos que sólo se lo diríamos si aceptaba ayudarnos.
– Pero nos ayudará -insiste Kate, que está deseando contármelo-. En cuanto conozca el plan, se pondrá de nuestro lado. Estoy segura.
Sarah no parece muy convencida, pero ha cedido la responsabilidad y parece muy contenta con su abdicación.
– Yo, lo que digáis.
Allison se vuelve hacia mí, incapaz de soportar la tensión.
– Muy bien, pero tienes que jurar que si no estás de acuerdo no se lo contarás a nadie.
Yo consiento porque estoy segura de que el plan consiste en ponerle Veet a Jane en el champú y esperar que dimita por la humillación de verse calva.
– Dentro de unos meses habrá una exposición en una galería de Soho -empieza a contarme Allison en tono conspirador-. Es de un artista inglés, un tal Gavin Marshall. Es de los que llenan bolsas con entrañas de vaca y lo llaman arte. Su último trabajo es una serie llamada Jesús era una Drag Queen o Dorando la imagen. Y consiste en ponerle vestidos de alta costura a esculturas de Jesucristo. Aunque la exposición fue un éxito en Inglaterra, también fue muy controvertida y no apareció en las revistas. Pero nosotras vamos a convencer a Jane para que publique un artículo con fotografías. Habrá un escándalo y el propietario de Fashionista se verá obligado a despedirla para calmar al sector más conservador.
– ¿Y cómo vamos a convencer a Jane para que publique ese artículo? -pregunto yo.
El plan es interesante y creativo, pero tengo poca fe en su ejecución. Jane McNeill es una tirana egocéntrica, pero no se ha caído de un guindo. Ella sabe qué artículos son peligrosos porque lleva en el negocio el tiempo suficiente como para saber que a la mayoría de los famosos no les haría gracia verse en una revista que publica fotos de Jesucristo con trajes de Dior.
– Ahí es donde entrarías tú -dice Sarah.
– ¿Yo?
– Sí, tú.
– ¿Yo? -repito, aturdida. No sé por qué creen que tengo influencia con Jane.
Allison asiente.
– Tú eres nuestro ariete.
Ya empiezo a estar harta de que me llamen así, francamente.
Me quedo callada y Allison se debate, intentando decidir hasta dónde debe contarme.
– Tienes que convencer a Keller para que cubra la exposición.
– Y asegurarte de que vayan muchos famosos -interviene Kate-. Jane no estará interesada si no hay muchas caras conocidas.
– No la convenceré.
– Esto es sólo la primera fase -dice Allison.
– ¿La primera fase?
– Hay otras.
– ¿Cuántas?
Ella cierra los ojos un momento.
– Cuatro. Hay cuatro fases. La fase dos es llamar la atención de Jane sobre Gavin Marshall, el artista.
– Pero hay que hacerlo con cuidado. Jane no debe saber lo que tú no quieres que sepa sobre él -añade Sarah.
– A ver si me entero…
– Queremos que Jane piense que ha descubierto un gran secreto.
– ¿Para qué?
– Si descubre, por accidente, que la nueva directora de belleza y moda, o sea Marguerite, está planeando que Fashionista patrocine la exposición de Gavin Marshall y escribir un prolijo artículo sobre él, querrá robarle la idea -explica Allison.
Aunque eso suena como el típico comportamiento de Jane, hay un fallo en el plan.
– Pero investigará sobre Gavin Marshall y enseguida se dará cuenta de que es demasiado controvertido para la revista.
– Lo haría si una de nosotras lo sugiriese, pero si la idea es de Marguerite…
Me doy cuenta entonces de que hay cosas que no sé.
– ¿Dará la idea por buena?
– Llevan quince años siendo rivales. Trabajaron juntas como editoras en Parvenu y compitieron por artículos y entrevistas. Las dos querían el puesto de subdirectora, pero fue Marguerite quien lo consiguió. Después de eso, a Jane sólo le daban los peores artículos y la culpó a ella. Seis meses más tarde, se despidió.
Aquella exhaustiva investigación me deja sorprendida.
– ¿Y cómo sabéis todo eso?
Allison sonríe.
– Regla número uno en la guerra: conocer al enemigo.
No sabía yo que estuviéramos en guerra.
– Si podemos convencer a Jane de que Marguerite está planeando algo a sus espaldas para ganar puntos con el propietario de Fashionista, hará lo que sea para robarle la idea -dice Kate, con expresión calculadora.
– Y aunque tenga reservas, si el asunto ha despertado el interés de Marguerite, creerá que merece la pena. Te lo garantizo -añade Allison.
Es imposible garantizar nada en la vida, por muy seguro que uno esté de su apuesta. Y echar a Jane McNeill de Fashionista no me parece una apuesta segura. Aunque su plan es bueno, mucho mejor de lo que yo había esperado, depende demasiado de variables humanas.
Nadie sabe cómo va a reaccionar Jane ante la presencia de Marguerite en Fashionista. Ha pasado más de una década desde el asunto de Parvenu y Jane es ahora la directora de la revista femenina de más éxito en el país. Hay cosas, el tiempo y el éxito, que curan cualquier herida.
Le digo a las conspiradoras que me lo pensaré durante un par de días, pero sólo estoy intentando ser amable. Aunque me gustaría mucho derribar el presente régimen tiránico, no soy de las que se levantan en armas.