Kate me ha pedido que me reúna con ella en el lavabo. Me envió un e-mail con el emoticón de una cara que guiñaba un ojo y una nota: Te espero a las tres en punto.
Han pasado varias semanas desde la última vez que nos reunimos y las cosas han cambiado. Ahora, Allison me odia. Levanta los ojos al cielo cada vez que me ve y habla mal de mí a mis espaldas. Y en mi cara.
No me apetece estar con ella y menos en un sitio pequeño, por muy beneficiosa que sea esa reunión para el futuro.
Las otras dos conspiradoras están esperando cuando llego. Sarah, sentada en el sofá, se aparta para dejarme sitio. Kate está de pie, al lado del lavabo. Tiene en la mano un montón de papeles, que revisa murmurando para sí misma, como si estuviera memorizando una lección.
Sarah y yo respetamos su intimidad, hablando sobre el affaire Stickly-Beverly.
– Muy bien -dice Kate unos minutos después con tono autoritario.
Un tono nuevo, que me sorprende. Parece diferente. Tiene la espalda recta y la cabeza levantada. A pesar de los zapatos planos de Stuart Weitzman, parece más alta.
– Quedan sólo unas semanas para el evento y tenemos que revisar varios asuntos.
Yo miro alrededor, sorprendida de que la reunión empiece sin un miembro fundamental de la infantería.
– Allison no va a venir -dice Kate entonces.
– ¿No va a venir?
– No va a venir -me confirma Sarah-. La hemos apartado del complot.
– ¿Que la habéis apartado del complot? -repito yo, atónita. Nunca he apartado a nadie de un complot y el concepto se me escapa.
Kate asiente entusiásticamente.
– Sí, está fuera del complot.
Como llevo varias semanas intentando evitar las cuchilladas de Allison, me alegro de que no esté aquí. Me alegra no tener que ver su agria expresión y no tener que oír sus acusaciones de que le he robado el puesto de editora. Aun así, me veo en el deber de protestar:
– Pero si era su plan.
Sarah está observando el bajo de su falda vaquera para no mirarme a los ojos. Tampoco ella parece cómoda con la nueva situación.
– Ya sabemos que era su plan -dice Kate-. Pero está completamente obsesionada por tu ascenso y tenemos que concentrarnos en lo nuestro. Allison no podía concentrarse y por eso la hemos apartado. Estaba haciendo daño a la causa.
Sarah asiente.
– En realidad, se ha apartado ella misma.
– Muy bien. ¿Qué tenemos que revisar?
Kate mira sus papeles y luego a mí.
– Uno: los planes para la fiesta. ¿Cómo van?
– Estupendamente -contesto, aunque no es cierto del todo. Hoy Jane ha comido con Anita para discutir los últimos detalles y sigo esperando que me informe-. He contratado el catering, los músicos y las flores.
Pero Kate no se refería a eso. Las minucias de mi trabajo no le interesan.
– ¿Y los famosos? ¿Has conseguido confirmar la presencia de otros periódicos y revistas de tirada nacional? ¿Has llamado a la televisión?
– Tendremos una tropa de famosos actores ingleses… Kate Winslet, Jeremy Irons, Catherine Zeta Jones… En cuanto a los medios, aún no he enviado el comunicado.
Kate levanta una ceja.
– ¿Aún no has enviado el comunicado?
Yo pienso en la pila de trabajo que me espera sobre el escritorio, una pila que esta reunión no me ayuda a rebajar.
– No.
– Ya -murmura Kate con tono de censura, anotando algo en el cuaderno-. ¿Y cuándo vas a enviarlo?
Le aseguro que lo haré a finales de semana, pero la verdad es que no estoy segura. Estoy mintiendo para que me deje en paz.
Kate deja escapar un suspiro.
– Muy bien. Pero cuando envíes el comunicado recuerda que lo más importante es señalar que todo esto es idea de Jane McNeill. Quiero sus huellas dactilares en esta exposición. Y asegúrate de que sale en todas las fotografías -dice, volviéndose hacia Sarah-. ¿Cuándo vamos a avisar a los grupos religiosos?
– Como sabes, acabo de redactar el comunicado de la CDC. Después, hay que hacer fotocopias y enviarlas a las organizaciones cristianas.
– ¿CDC? -pregunto yo.
– «Cristianos por la Decencia Cristiana», una organización que me he inventado.
– Recuerda hacer las fotocopias lejos de aquí y pagar en efectivo. Y ponte un disfraz -dice Kate.
– ¿Un disfraz?
– Claro.
– ¿Una peluca?
– Un sombrero, gafas de sol… ya sabes -dice ella, impaciente.
Los accesorios son su vida. Kate se pasa el día catalogando e inventariando los accesorios de última moda: cinturón de piel con hebilla de plata de Loewe, reloj con correa de ante, de Choppard… y se toma la negligencia de Sarah como algo personal.
– Lo haré. Ah, por cierto, he contratado un número de teléfono.
Sorprendida por su organización e iniciativa, Kate asiente con la cabeza.
– No olvides dejar un mensaje predicando la lucha. Lo cual nos lleva al punto número tres: escribir una carta del CDC advirtiendo a todos los anunciantes de Fashionista que los miembros de nuestra asociación boicotearán la revista si siguen apoyando esta herramienta de Satán. Estoy redactándola y la tendré terminada para mañana. También estoy trabajando en el logo de la CDC. Había pensado en algo sencillo, con una cruz en el medio… Sarah, consulta conmigo antes de hacer las fotocopias. Todo debe ir con el mismo membrete.
– Muy bien.
– Nuestra próxima reunión tendrá lugar la semana que viene. El mismo sitio y la misma hora. Vig, espero que el comunicado a los medios se envíe a tiempo -dice Kate, como un general planeando un golpe de estado-. ¿Alguna pregunta?
Diez minutos como líder de este complot, pero ya se porta como si llevase años ensayando el papel. Le gusta decirle a la gente lo que tiene que hacer. Le gusta dar órdenes y ver que los demás se apresuran a obedecerla. Su talento para los golpes de estado se desperdicia en un oscuro armario de accesorios.