El asunto de Jesucristo

Lydia tiene un despacho que hace esquina. Es tan grande que en él caben perfectamente siete personas. Cuando entro, Marguerite, Anna y Dot están sentadas en el sofá. Dot ha puesto los pies sobre la mesa y tiene un café en la mano. Dos de los editores senior más importantes, Soledad y Harry, con los que sólo hablo en la fiesta de Navidad, entran detrás de mí.

El ambiente es agradable, lleno de camaradería, y la gente se mira a los ojos. Este es el tipo de reunión que tienen los editores, no los redactores.

Yo estoy un poco nerviosa. Es como el primer día de colegio y tomo un donut, decidida a impresionarlos. Llevo cinco años esperando este momento.

Después de unos minutos, Lydia lleva la discusión al tema que nos importa:

– Como algunos ya sabéis, vamos a hacer algo diferente para el número de noviembre. Jane ha tenido una brillante idea.

Todos la miran, expectantes. De modo que yo soy la única que sabe de qué va el tema. Bien.

– Vamos a publicar un artículo de ocho páginas sobre Gavin Marshall, un artista inglés que expone en Nueva York en el mes de noviembre -dice Lydia, mirando a Marguerite de reojo para ver cuál es su reacción. Como Marguerite no reacciona en absoluto, Lydia esconde su decepción-. No sólo publicaremos el artículo, sino que patrocinaremos el cóctel y la fiesta tras la exposición. Como sin duda sabréis, Gavin Marshall es un artista de vanguardia que ha sido muy criticado por el uso de símbolos religiosos.

Anna, con pantalón rojo, jersey rojo y una gargantilla de lentejuelas rojas, levanta la mirada.

– Parece un poco conflictivo para Fashionista, ¿no?

Aunque es una pregunta lógica, Lydia no le presta atención. Marguerite le desagrada casi tanto como a Jane.

– No hay nada demasiado conflictivo para Fashionista. Somos una revista líder en la industria -contesta, repitiendo lo que dicen los informes de prensa.

– ¿Cómo se llama la exposición? -pregunta Dot.

– Dorando la imagen.

Marguerite casi se atraganta con un donut.

– ¿Te refieres a la exposición de Jesucristo como drag queen?

Está perpleja. Ella sabe que esa no es la clase de artículo que Fashionista debería publicar.

Pero Lydia no lo sabe. Y cree que la reacción de Marguerite es debida a que le han robado la idea.

– Pues sí, esa misma. Gavin ha reunido varios trajes de noche de alta costura y se los ha puesto a unas esculturas de Jesucristo.

Anna arruga el ceño. Aunque somos una revista líder en la industria de la moda, no está convencida de que el arte controvertido sea lo nuestro. Con muchísima razón.

– ¿Estás segura?

– ¿Que los trajes son de alta costura? Por supuesto. Tengo la lista aquí: Tom Ford, Alexander McQueen, Versace, Stella McCartney, Julien MacDonald, Chanel, Prada… todos ellos han donado un traje. Y todos estarán en el cóctel y en la fiesta que Fashionista patrocina. Es una gran oportunidad para dar una imagen de marca. Fashionista será sinónimo de vanguardia a partir de ahora. Jane quiere que hagamos todo el número de diciembre alrededor de este evento.

– ¿Qué quieres decir? -pregunto yo, asustada.

– Que haremos de Dorando la imagen la pieza central. Por supuesto, las fotografías de la exposición saldrán en el número de diciembre, pero así nos habremos adelantado a las demás publicaciones. ¿Alguien quiere sugerir algo?

– Jesucristo como imagen de moda -sugiere Soledad.

– Sandalias de tiras -dice Anna.

Harry levanta una mano.

– Túnicas.

– Podríamos publicar algo sobre otros iconos que se han convertido en sagrados. Como Jackie Kennedy, Audrey Hepburn o Grace Kelly -sugiere Marguerite.

– Excelente -asiente Lydia. Da igual de qué se trate, la mención de Jackie, Audrey y Grace siempre provoca aceptación, sea cual sea el contexto.

– Yo tengo una idea -dice Anna-. Actores que hayan interpretado el papel de Jesucristo: Willem Dafoe, Christian Bale, Victor Garber. Y el de Jesucristo Superstar… ¿cómo se llamaba?

– Ted Neely -digo yo.

– Eso. Podríamos vestirlos con interpretaciones modernas de Jesús.

A Lydia le gusta la idea.

– Podríamos llamar a Richard Avedon o Annie Leibovitz… ¡Tiembla, Vanity Fair!

– ¿Qué tal una sección de belenes? -pregunta Harry.

– ¿Cómo? -exclama Dot.

– Para mañana podría tener una lista de los belenes de nuestras estrellas.

Lydia asiente. Le encanta que los editores hagan su trabajo.

– Muy bien. ¿Alguna cosa más?

Soledad: Crucifijos. Por debajo de diez dólares, cien dólares… hasta los más caros.

Marguerite: Vacaciones en las playas de Galilea.

Harry: masajes con barro del Mar Muerto.

Yo permanezco en silencio. Sé que una persona decente advertiría a Gavin Marshall de lo que va a pasar, que su exposición va a convertirse en un circo. Pero no puedo hacerlo. He ido demasiado lejos como para detener el tren que destruirá a Jane McNeill.

– Este es un buen principio -sonríe Lydia.

Llevamos media hora hablando de Jesucristo y nadie ha mencionado las palabras «cristianismo» o «fe». Nunca Jesucristo había sido más seglar.

– Voy a hablar con Jane, a ver qué le parecen estas ideas.

Ha quedado una caja de donuts sin tocar y Lydia pregunta si alguien los quiere antes de tirarlos a la basura. Yo sugiero que la llevemos a la cocina, para las redactoras, pero la oferta es recibida con miradas de horror. Mi redactora jefe ríe, condescendiente, y me susurra: «ya aprenderás».

Antes de irnos, dice que la hemos dejado impresionada. Pero no creo que sea verdad. Yo no creo haber impresionado a nadie.

Загрузка...