El primer trabajo de Delia

Alex Keller es una franquicia. Es como un Todo a 100, aunque no tiene planeado registrar su nombre.

– Delia lleva dos años editando esa sección. Ella lo hace todo: investiga, genera ideas, sale a comer con publicistas, contrata escritores, escribe artículos, firma contratos, selecciona fotos, planea la agenda…

– ¿Y tú no haces nada? -pregunto yo, intentando disimular el tono de desaprobación. Intento parecer mundana, como si eso fuera cosa de todos los días, como si no pensara que ese tipo de engaño es sólo cosa del Gobierno.

Keller se encoge de hombros.

– Yo lo hago posible.

– ¿Cómo?

– Me reúno con Lydia de vez en cuando para guardar las apariencias.

– ¿De vez en cuando? -repito yo, sin poder disimular mi irritación.

Lo que está describiendo no es un trabajo, es un hobby, lo que hacen los ricos de Nueva York entre comer en el Plaza y comprar diamantes en Tiffany's.

– Una vez al mes, a veces dos.

– ¿Y a Delia no le importa?

Keller parece sorprendido por la pregunta.

– ¿Por qué iba a importarle?

– Porque hace tu trabajo y tú te llevas el crédito -digo yo, constatando lo obvio.

– Por favor… -replica Keller, haciendo una mueca de desdén-. Delia es completamente independiente. Hace lo que quiere. Entra y sale cuando quiere, no le da explicaciones a nadie y no tiene que soportar a un jefe tiránico. Yo no le pido café, ni que me lleve la ropa a la tintorería…

Tampoco yo soy inmune al encanto de la independencia y la libertad. Cuando salí de la universidad, pensé que tendría un trabajo así. Eso fue antes de saber que los ayudantes de redacción no escriben; sencillamente hacen fotocopias y distribuyen informes.

– Ella toma la mayoría de las decisiones importantes -sigue Keller, explicando las ventajas de su sistema de franquicia-. Pero no pueden despedirla si algo sale mal. Además, cuando yo me vaya, lo más seguro es que ella ocupe mi puesto. En realidad, lo tendría ya si Jane no fuera tan pesada con lo de la edad. Afortunadamente para mí, Jane no le daría mi puesto a alguien tan joven, aunque Delia puede hacerlo con los ojos cerrados. Pero dentro de un par de años, o me aparto o me pasa por encima.

Delia tiene veintitrés años y es la clase de empleada que todas las empresas americanas intentan reclutar. Terminó la carrera en tres años y después hizo un máster. Es su primer trabajo y lo consiguió en su primera entrevista. Es una de esas personas que saldrá en el Times antes de cumplir los treinta. Y dentro de diez años será la directora de alguna revista… o la presidenta de Estados Unidos.

Yo no tengo los problemas de Maya con la edad. Nunca he tenido un representante, ni objetivos, ni un novio durante más de seis meses, pero Delia Barker me hace sentir vieja. Me hace sentir que el juego ha terminado, que los veintinueve es la edad justa para retirarse, que me falta potencial. Delia te recuerda que nunca has sido lo suficientemente inteligente o guapa o lista. Tú eres tú y eso apenas cubre la cuota de admisión.

A nadie le ha preocupado jamás que yo le pase por encima.

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