Términos de referencia.
19 de agosto: actividad

– ¿Actividad? -repito yo, guiñando los ojos para comprobar si he leído bien.

Maya me ha dado una copia de su nuevo manual de dirección vital. Son cincuenta páginas atadas con una cinta azul y escritas con una letra tan pequeña que hace falta una lupa para leerla.

– ¿Qué es esto? -le había preguntado antes, cuando me dio el mamotreto.

– Es la edición de bolsillo. Tú eres mi madrina.

– ¿Cómo?

– Que eres mi madrina. Tu trabajo es mantenerme a raya -explica Maya, como si fuera lo más normal del mundo-. Soy como una alcohólica y estos son los pasos que tengo que seguir para recuperarme. Cuando te parezca que voy por el mal camino, debes llamarme la atención.

Yo acepto la responsabilidad porque no creo que esto dure mucho. Se aburrirá y pasará a otra cosa. Siempre es así. En los doce años que la conozco ha habido muchos primeros días del resto de su vida.

– ¿Que significa cultivar la actividad?

En la cocina de Maya no hay mucho sitio y, para compensar, deja los platos sucios en el suelo. Quiere dejarlos allí, pero yo me niego. No me parece bien que los ratones lo tengan tan fácil.

– Te lo puedes imaginar. Algo así como que «la inspiración te pille trabajando», ya sabes.

Yo me pongo a fregar platos y ella se pone de los nervios.

– Trae, deja que lo haga yo. Como no tengo representante y es posible que no vuelva a tenerlo nunca…

– No seas ridícula. Ni siquiera has empezado a buscar…

– 15 de agosto -me interrumpe Maya, levantando un guante amarillo de goma.

– ¿Qué?

– Términos de referencia: 15 de agosto.

Yo busco el 15 de agosto en el librito.

– «Enfréntate con la realidad».

– La realidad de la situación es que no tengo agente literario y existe la posibilidad de que no vuelva a encontrarlo. Tengo que aceptarlo, Vig. En realidad, ya lo hice hace cuatro días. Ahora estoy buscando nuevos retos.

– Pero seguro que consigues…

– ¡Bah! -exclama, levantando la mano enguantada como si fuera un policía-. No quiero optimismos en mi casa. Te destrozan el corazón. Aquí, sólo cinismo atemperado con desesperación.

– Eso suena horrible.

– Vig, eres mi madrina. O me apoyas en todo lo que haga o tendré que buscarme otra.

Ninguna opción es aceptable, así que cambio de tema.

– Estábamos hablando de la actividad…

– Como ya no tengo representante y es posible que no vuelva a encontrar uno, tengo que encontrar una carrera muelle por si acaso no me sale bien lo de ser una autora de éxito. No puedo estar haciendo de correctora de estilo toda mi vida.

Corrector de estilo es un trabajo tedioso que uno prefiere que hagan los demás, como meter datos, y no me sorprende que Maya no quiera hacerlo. Los editores tratan a los correctores como si fueran un mal necesario… como el tráfico los fines de semana, por ejemplo.

– ¿Y qué quieres hacer? -le pregunto.

En realidad, esa es la pregunta que me hago a mí misma casi todas las mañanas. Pero no obtengo respuesta. No sé qué quiero hacer cuando sea mayor, así que sigo en Fashionista, esperando que algo me ilumine. Maya es diferente. Ella siempre ha sabido la respuesta y no me parece justo que encuentre un segundo sueño cuando yo aún no he encontrado el primero.

– Acepto sugerencias. Tengo que saberlo para el 30 de agosto, así que, por favor, envíalas antes del 29.

Yo estoy secando platos y, como no se dónde colocarlos, empieza a abrir y cerrar armarios de una manera familiar.

– Por el momento quiero escribir para revistas. De ahí lo de la actividad. Esperar que tú te conviertas en directora y empieces a pedirme artículos no creo que funcione.

– No sabía que estuvieras tan interesada en mi carrera -digo yo, con un colador en la mano-. ¿Para que publicaciones quieres trabajar?

– Por ahora, para las revistas en las que trabajo como correctora.

Maya suele trabajar para revistas femeninas como Glamour, Cosmopolitan y Marie Claire. Pero los intereses de estas publicaciones son limitados y sus artículos tratan sólo sobre sexo, relaciones personales, belleza y viajes. No veo a Maya hablando de esas cosas.

– Sabes que tendrás que escribir sobre tintes para el pelo y diez formas de cambiar para gustarle a tu novio, ¿no?

Ella hace una mueca.

– No se puede cambiar para gustarle a nadie.

Yo la apunto con una espátula.

– Términos de referencia, 19 de agosto. Deja de pensar de forma independiente.

– No me estás ayudando nada -suspira mi amiga, aclarando un plato verde, amarillo y blanco. Tiene una colección de platos, comprada por todos los mercadillos de Nueva York. No tiene dos platos iguales, pero todos tienen florecitas.

Y estoy ayudándola. Eso es lo que me ha pedido: cinismo con un toque de desesperación.

– Mira, aunque consigas quitarte el cartel de correctora de estilo, que no es tan fácil, esas revistas te encajonan. Te conozco, Maya. Escribir sobre cremas solares no es lo tuyo. Es tan aburrido como escribir informes económicos de la compañía telefónica.

Escribir en una revista femenina suele ser un trabajo en blanco y negro y mi amiga es en tecnicolor. Maya es un cuadro de Matisse o un cristal veneciano.

Pero no es eso lo que ella quiere oír y lo paga con un cucharón de madera, que friega como si quisiera hacerlo astillas.

– Es un principio. Tengo que empezar por algún sitio. Escribiré un par de artículos, me haré un nombre como escritora ingeniosa que hace de cualquier tema aburrido algo interesante y después esperaré que lleguen los artículos buenos. Doscientas palabras sobre la eficacia de las cremas solares no es un precio tan alto. Sólo tengo que mantenerme activa. Ya lo verás.

Yo no digo nada. Sólo alargo la mano para que me dé un vaso, que me dispongo a secar. Maya está convencida de que la vida ofrece muchas oportunidades. Pero la vida no es así. Una no es una línea aérea. No puedes guardarte una aceituna de cada ensalada y ahorrar un millón de dólares.

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