El contrato

Jane me llama a su despacho. Dice que me siente y me pregunta por mi familia. Y a mí se me para el corazón. ¿Le habrán hecho una lobotomía?

– ¿Tus padres están bien?

– Sí, gracias -contesto, intentando que me salga la voz.

– ¿Y siguen en Florida?

Ha dicho Florida por decir algo. Jane no sabe nada de mi familia, por supuesto.

– No, mis padres viven en Missouri.

– Ah, sí, claro.

Jane se queda mirándome fijamente. Si fuera un oncólogo, pensaría que iba a decir: «el tumor es maligno».

– Vig, ¿durante cuánto tiempo fuiste mi ayudante?

– Dos años.

– Eso es, dos años -repite ella, levantándose del sillón para sentarse a mi lado-. Y en esos dos años formamos un lazo de respeto mutuo, ¿verdad?

Yo no creo que «respeto mutuo» sea una frase que se haya pronunciado jamás en Fashionista y tengo el corazón en la garganta. Me temo que va a pedirme un favor muy personal, algo así como cuando le pides a tu mejor amiga que vaya contigo a las clases de parto sin dolor.

– Sí, bueno…

– Creo que ha llegado el momento de darte un ascenso.

Este no es el procedimiento normal, pero no me sorprende. Nada es normal desde que entré en este despacho.

– ¿Cómo?

– Que te mereces un ascenso.

Yo estoy demasiado perpleja como para decir nada.

– ¿Qué te parecería ser editora?

Me parecería maravilloso. Increíble.

– Muy bien.

– Estupendo -sonríe Jane, volviendo a sentarse en su sillón de piel-. Le diré a Jackie que redacte el informe. Lo primero que quiero que hagas es llamar al publicista de Gavin Marshall.

No sé de qué me sorprendo. Debería haberme olido esto.

– ¿Gavin Marshall?

– Sí, el de Dorando la imagen. Llámalo y dile que quiero hablar con él. Fashionista patrocinará su exposición.

– Pero Marguerite…

– Vig, ahora eres una editora. No tienes tiempo para hacer recados. Claro que si te apetece más trabajar para Marguerite, puedes quedarte como redactora.

La amenaza está clarísima.

– No, no. Claro que no.

– Ya me lo imaginaba. Dile a Marguerite que has hablado con Marshall y no está interesado.

– Pero…

– Quiero que esto se haga a mi manera, no a la suya. La pobre lleva demasiado tiempo en Australia.

Afortunadamente para Jane, Marguerite no sabe nada de esto.

– Muy bien.

– Prepara la reunión con el publicista de Marshall. Habla con Jackie para ver cuándo tengo un día libre -dice Jane, tomando el teléfono. Otra persona diría adiós, ella no se molesta.

Tengo la mano en el picaporte cuando vuelve a llamarme:

– Vig, no le digas ni una palabra de esto a nadie. ¿Entiendes? A menos que quieras volver a ser redactora.

Yo me limito a asentir con la cabeza.

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