Ciento tres

Alessandro se lo explica todo a todos. Les muestra las fotos. Da algunas indicaciones acerca de los próximos pasos a seguir. Luego va a su despacho y llama por teléfono a Niki.

– ¡Hola! ¡Ha funcionado! ¡Hemos ganado! ¡Eres la modelo ideal, natural, perfecta! Eres la imagen de LaLuna… O mejor dicho, ¡tú eres LaLuna!

Niki se echa a reír al otro lado del teléfono.

– ¿En serio?

– Sí. Nos hemos puesto a bailar como locos en cuanto ha llegado la respuesta del Japón. Y ya he hablado con el director. Tú serás la imagen de marca… en todo el mundo. -Se detiene un momento-. Siempre que quieras, claro.

– Claro que quiero, amor.

Alessandro se queda un momento en silencio.

– Gracias, Niki. Sin ti no lo habría conseguido.

– Por supuesto que sí. A lo mejor hubieses tardado más, pero lo hubieses conseguido igual.

Alessandro sonríe.

– ¿Y tú qué estás haciendo?

– ¡Nada, he estado dando vueltas desnuda por la casa y me ha encantado! Puede que hasta me hayan visto los vecinos… pero ya sabes lo que pasa, ahora ya somos amigos. Ni siquiera han llamado a la policía. Luego me he vuelto a meter en la cama, he escuchado música, me he quedado dormida, me he vuelto a despertar… Te he buscado en la cama, luego he recordado que te habías ido a la oficina. Entonces me he dado una ducha, me he preparado una macedonia, me he comido un yogur que aún no estaba caducado… y he respondido al teléfono.

– Bien. -Alessandro se queda pensativo-. ¿Y has respondido al teléfono?

– Era una broma… Pero sólo porque no ha llamado nadie…

– Boba. ¿Y no has estudiado nada?

– ¡Jo, te pareces a mi madre!

– A partir de mañana, seré peor que tu madre. Acuérdate de que tienes la Selectividad, estaré pegado a ti como tu sombra, te obligaré a estudiar. Yo ya he aprobado. Ahora te toca aprobar a ti.

– ¡Vaya, y yo que me esperaba otro viajecito!

– Después de la Selectividad.

– Pero es que después de la Selectividad me voy con las Olas.

– ¿Y cuándo volvéis?

– Cuando vuelva, habré vuelto… ¿Qué pasa, no me vas a esperar? Eh, esta victoria no irá a cambiarte, no irá a subírsete a la cabeza este éxito internacional, ¿no?

– El éxito no es nada si no tienes con quien compartirlo.

– Muy bien, pues tú compártelo conmigo. Ahora me tengo que ir a casa.

– ¿No me vas a esperar?

– No, no puedo. Has dicho algo tan bonito que quiero guardármelo toda la noche.

– Pero…

– ¡No digas nada más que me lo estropeas! -Y cuelga.

Alessandro se queda mirando el teléfono. Niki y su mágica locura. Niki y su joven belleza. Niki y su fuerza, Niki y su poesía. Niki y su libertad. Niki, la chica de los jazmines. Niki y LaLuna. Luego se acuerda de que tiene que dar otras indicaciones para los carteles y la campaña promocional. Empieza a hacer algunas llamadas de trabajo. Pero es inevitable. Nada sucede por casualidad. Y hasta un éxito puede convertirse en un problema.

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